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Esta increíble ocurrencia me agarró, me chapó… (me sorprendió) en la casa de mi amigo Pipo Granados, durante una amena partidita de póquer.
*
*LA SEÑORA DE SERVICIO SE ACERCA A LA MESA DE JUEGO PARA ANUNCIARME:
*
SEÑORA– Señor, lo llaman por teléfono.
YO– ¿A mí? Eso es imposible. No le he dicho a nadie que he venido aquí.
SEÑORA– Pues…no sé. Han preguntado por usted.
YO– (AL TELÉFONO) ¿SÍ? ¿Quién habla?
PANCHO– Hola, soy yo, Pancho. Estamos tomándonos un trago en La Favorita. Solo faltas tú. ¿Por qué no te vienes?
YO– ¡Hombre! Ahora no puedo. Pero se puede saber cómo has adivinado que estoy en la casa de Granado. Yo vine aquí sin aviso y en mi casa no hay nadie.
PANCHO– ¿Cómo nadie? No bromees, acabo de telefonear a tu casa y alguien me dijo que estabas allí.
YO– Te repito que es imposible. En mi departamento está cerrado. Te repito, no hay nadie…
PANCHO¬– Pues me contestó un hombre, supuse que era un pariente tuyo. Lo único que me dijo es que estabas donde Granados y enseguida cortó.
YO– Ah…no. De inmediato voy para allá, solo estoy a veinte minutos de mi casa…
PANCHO– No pierdas tiempo. Haz la prueba, telefonea a tu casa y saldrás de dudas. ¿No te parece?
YO– Tienes razón. Bien pensado, ya te contaré, Chau.
NI BIEN COLGUE LLAMÉ A MI NÚMERO.
VOZ– (ALGUIEN ME RESPONDE) ¿Sí? Diga…
YO– ¿Contesta el 243569?
VOZ– (IMPACIENTE) Sí, sí, sí… ¿con quién desea hablar?
YO– (CON FURIOSA INTRIGA) ¿Y usted quién diablos es?
VOZ– Eso no importa, el dueño de casa no está.
YO– ¡Vaya noticia! ¡Claro que he salido! Habla el dueño de casa. ¡Diga quién es usted y qué hace en mi casa! ¿Cómo entró?
VOZ– Ah… ¡Justamente! ¡Qué bien que haya llamado!
YO– ¿Cómo dice?
VOZ– Precisamente, yo iba a llamarlo a usted. Es una emergencia. Hace un buen rato he estado buscando como loco las llaves de su escritorio. ¿Tendría la bondad de decirme donde están?
YO– ¡Pero qué? ¡Qué me está diciendo, oiga usted! Dice que… que desea… ¿qué…?
VOZ– (INTERRUMPIENDO) Exactamente, no es que yo lo desee. Simplemente, es preciso que me diga dónde ha escondido esas llaves.
YO¬– ¿Es preciso? ¿Y para qué?
VOZ– ¿Cómo para qué? Pues, para no verme obligado a descerrajar los cajoncitos; lo cual, además de trabajoso, sería una verdadera lástima. Su escritorio es magnífico, realmente un mueble finísimo. Imagino que debe haberle costado una fortuna. Entonces, qué necesidad hay de destrozarlo…
YO– Oiga… ¡Así es que usted es un vil ladrón! En este momento llamo a la policía y enseguida voy para allá.
VOZ– (CON TONO SERENO) Sus amenazas, caballero, no me asustan en lo más mínimo. Antes que la policía y usted lleguen, me sobra el tiempo para largarme de aquí. Creo que su mejor decisión sería confiarme el lugar donde están las llaves.
YO– ¡Usted es un miserable! ¡Un canalla! ¡Un hijo de…
VOZ– Hombre… hombre… No reaccione así. Tranquilidad, por favor. Le estoy hablando sin arrebatos, con la mayor cortesía y con argumentos sensatos… y usted me insulta. En vez de estropear su escritorio estoy haciéndole una concesión. Dígame en que sitio está las llaves y ambos salimos ganando ¿no? Usted debía agradecerme y no usar esas expresiones groseras, tan ofensivas.
YO– No puedo hablar de otra manera con individuos de su calaña.
VOZ– Mida sus palabras, señor mío. No voy a contestar a sus injurias. Pero me las pagará si usted no se comporta. La cosa es muy sencilla: destrozaré los tapices de todos sus sillones y su escritorio quedará en un estado lamentable y ni hablar de los libros de su biblioteca, ninguno quedará ileso. Nada de esto sucederá, si usted emplea el simple expediente de tratarme con la misma educación con que lo estoy tratando.
YO– Esto sí que tiene gracia. Póngase en mi lugar, se mete a mi casa para robarme, me chantajea con hacer destrozos y encima me pide que lo trate como a un caballero. ¡Vaya desfachatez!
VOZ– Soy una persona honorable y usted no va a ser agredido. ¿Qué le importará perder unos cuantos billetes? Sin embargo, aunque lo que encuentre no me saque de pobre, ese dinero me será vital para vivir. ¿Ahora me comprende?
YO– (CONTENIÉNDOME) Está bien. Veo que usted es alguien inteligente, o al menos lo parece. Incluso reconozco que tiene derecho a que yo le otorgue algo de efectivo por el trabajo que, sin duda, le habrá costado mucho planificar para dar este golpe. Hasta habrá invertido algunos días para llevar a cabo su estrategia. Seguro, que usted ha tenido que realizar un seguimiento: estudiar mis costumbres, vigilar mis salidas…
VOZ– Ya lo creo. Es mi modus vivendi y en eso soy experto. La cosa no es tan sencilla como sencilla como imagina la gente. Es todo un arte.
YO– Pues, bien. Hasta aquí lo voy comprendiendo. Pero lo que no atino a entender, es para qué necesita abrir los cajones de mi escritorio.
VOZ– ¡Vaya! La cuestión es obvia…
YO– Ah… y usted se figura que el dinero está en uno de esos cajones…
VOZ– ¡Claro!
YO– Pues, está equivocado. Mire le advierto que en casa solo guardo muy poco dinero. Dígame francamente cuales son sus aspiraciones.
VOZ– ¿Cómo?
YO– ¿Qué piensa llevarse de lo que me pertenece?
VOZ– Pues bien, tranquilícese usted no pienso robarle gran cosa. Solo me contentaría con unas cuantas piezas del juego de plata labrada, un anorak de piel con su gorra, ya que combinan de maravilla. Y quizá unos cuantos objetos de su escritorio. Además del dinero, claro está.
YO– Mire amigo, le hablo con entera sinceridad: yo por varias razones que no vienen al caso enumerar, aprecio mucho esos objetos mientras que usted los vendería por una minucia, casi nada.
VOZ– Tiene razón, quienes roban son esos explotadores, esos vampiros reducidores. Yo soy una simple herramienta que cumple con su labor. El capitalista siempre explota al trabajador.
YO– ¿Ve usted? Entonces estamos de acuerdo. Acabaremos por entendernos, querido amigo. El dinero que tengo escondido es poca cosa, solo unos quinientos dólares. Si hacemos un trato de honor, usted puede llevarse cuatro billetes de cien, los dos de cincuenta me los deja para mis gastos urgentes. Le doy mi palabra que no lo denunciaré a la policía. Lo tomaré como un trato entre amigos, un negocio privado que a nadie interesa. ¿Acepta usted estos términos?
VOZ– ¿Y usted no teme que me lleve su dinero además de todos los objetos que me interesen? ¿Tanta confianza le inspiro?
YO– Estimado amigo, tengo la plena seguridad que de ninguna manera usted no haría eso. Como ve, tengo absoluta confianza en su honradez. Entonces estamos de acuerdo, ¿no?
VOZ– Está bien.
YO¬– ¿Solo se llevará los cuatrocientos y no tocará mis pertenencias?
VOZ– Se lo prometo. Nada de objetos y le dejaré los dos billetes de cincuenta. ¿Conforme?
YO– ¿Palabra de honor?
VOZ– ¡Palabra de honor!
YO– Muy bien. Gracias…Ahora, escúcheme bien: encima del escritorio hay un cajita azul. En su interior hay unos sobres y debajo de ellos están los dólares. Confiese usted que nunca se le hubiera ocurrido buscar el dinero ahí.
VOZ– Lo confieso.
YO– Ah… Y al irse de mi casa, no olvide de apagar la luz. Estoy pagando demasiado por la electricidad.
VOZ– Descuide usted.
YO– ¿Usted ha entrado por la puerta de servicio?
VOZ– Sí, señor.
YO– Muy bien. Entonces al salir, haga el favor de cerrarla bien, con doble llave. No vayan a entrar los ladrones.
VOZ– Entendido. ¿Se le ofrece otra cosita?
YO– Este…. Si se encuentra con el portero del edificio, dígale que usted ha venido a traerme unas pruebas de imprenta. Como soy escritor, acostumbro a recibirlas.
VOZ– ¡Caramba! ¿Usted es escritor? Eso me interesa, algún día voy a llamarlo por teléfono para que me dé unos cuantos consejos, yo también trato de escribir…
YO– Encantadísimo, llámeme cuando desee y nos ponemos de acuerdo. Entonces, adiós y que le vaya de lo mejor.
VOZ– Gracias, amigo. ¿Dónde le dejo la llave de la entrada?
YO– Debajo del felpudo con el letrero: «Bienvenido»
Gracias y que tenga buenas noches.
Ω

Texto agregado el 07-10-2010, y leído por 173 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-10-2010 a mi me pareció muy ingenioso, recordándome a Gila de soldado negociando por teléfono con el enemigo cuando iban a atacar. toques muy geniales, el ladrón contestando tranquilo al teléfono en la casa robada, apague la luz, luego cierre no vayan a entrar los ladrones... me gustó mucho todo el desarrollo, muy cómico. saludos, centeno
07-10-2010 Me gustó mucho leer este cuento, interesante y -claro- atrapa la intriga del desarrollo de este robo cuando el personaje está donde Granados, pero el giro de llevar las cosas bien con el ladrón como que no me termina de convencer, no digo que está mal, sólo que baja la intensidad. En fin, bueno, se lee de un tirón, ligero y entretenido. Saludos. cvargas
 
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