II
Leonardo trepó ágilmente el muro, escaló la reja metálica y cayó al otro lado junto al cuerpo del hombre que yacía inmòvil. Acomodándolo en la posición indicada empezó desesperadamente a aplicar la técnica de la resucitación cardiopulmonar que había aprendido en la universidad en el primer semestre de Medicina logrando que el rostro lívido y casi violáceo del anciano recuperara un poco de color.
Cuando se inclinó a darle respiración boca a boca el vigilante del colegio, que había estado concentrado escribiendo una hoja de reporte para la compañía de seguridad que tenía el contrato con la institución educativa vió a la distancia al hombre andrajoso a horcajadas sobre el cuerpo del anciano distinguido y frenéticamente llamó a la estación de policía a sólo dos cuadras del lugar.
En menos de dos minutos una patrulla frenó brúscamente al otro lado de la cerca donde Leo seguía luchando por mantener al anciano con vida. En su angustia no se percató de la presencia de la policía hasta que un salvaje puntapié lo lanzó violentamente al borde de la pista.
Leo, atontado, trató de incorporarse y una nueva patada le rompió una ceja y mientras trataba de arrodillarse la punta de la bota del agente de la ley y el órden le impactó la boca del estómago sacándole todo el aire.
Boqueando a punto de perder el conocimiento fué esposado y sangrando profusamente del profundo corte en el arco superciliar fué arrojado al asiento trasero de la patrulla justo cuando se aproximaba una ambulancia del hospital más cercano.
Tras enviar al anciano en la ambulancia los policías llevaron a Leo a la estaciíon y tras curarlo superficialmente lo tiraron en una celda.
Cuando el eminente cardiólogo que atendió al Sr. Zanetti, fundador y propietario de varias de las empresas más importantes y poderosas del país, tras estabilizar al paciente localizó a los EMS que habían trasladado al famoso industrial a la unidad hospitalaria estos le aseguraron que no habían tenido que aplicarle CPR. El cardiólogo, asegurándoles que eso era absolutamente imposible, les ordenó localizar al buen samaritano que le había salvado la vida.
Los EMS, que habían arribado a la escena cuando Leo ya estaba esposado y encerrado en la patrulla, llamaron a la estación de policía. Los agentes, temiendo las consecuencias de su conducta poco profesional y el abuso de autoridad al que habían sometido a Leonardo aseguraron que el anciano estaba solo cuando ellos habían llegado a recogerlo.
El vigilante del colegio, por su parte, sintiéndose en parte responsable del fiasco en que podían meterlo los policías decidió confirmar la versión de los agentes quienes asegurándose de que Leonardo no tuviera acceso alguno a las noticias lo mantuvieron incomunicado por cuatro días.
Thelma Fernández, la reportera estrella del canal local más importante de la ciudad pagó una pequeña fortuna por la grabación de la llamada de emergencia del vigilante del colegio reportando que un reciclador estaba asaltando a uno de los vecinos del barrio y la lanzó como noticia exclusiva en el telenoticiero de las seis de la tarde.
Los agentes insistieron en su versión de que el Sr. Zanetti estaba solo cuando ellos llegaron al colegio y el reciclador seguramente se había escapado o se había escondido al advertir que una patrulla se dirigía hacia el colegio.
Al día siguiente el Departamento de Policía detuvo a cuanto reciclador se atravesaba en su camino en un esfuerzo desesperado por capturar al supuesto asaltante.
La C.U.R.A. (Coalición Urbana de Recicladores Asociados) organizó una marcha de protesta por el centro de la ciudad y la llevaron a cabo al día siguiente desoyendo las amenazas del Departamento de Policía que había rehusado terminantemente autorizar la manifestación.
En los violentos enfrentamientos proliferaron los arrestos, los destrozos y los heridos graves, uno de los cuales falleció dejando a su madre discapacitada y sus cinco hermanitos sin el único medio de sustento con que contaban para medio malvivir.
Esa misma tarde, rodeado por sus hijos, sus nietos, el alcalde, los secretarios de la administración local, el gobernador, unos cuantos ministros del gobierno nacional, los más altos jerarcas de la policía y el ejército, un representante de la crema y nata de la sociedad regional y un nutrido grupo de periodistas lo primero que pidiío el Sr. Zanetti ante las cámaras de la televisión y los micrófonos de las emisoras fué que le llevaran al reciclador que le había salvado la vida.
Para cuando los periodistas llegaron en tropel a la inspección cercana al colegio Juan XXIII en busca de Leonardo se enteraron de qie este había sido presurosamente liberado poco después de las declaraciones del famoso magnate y había partido con rumbo desconocido.
CONTINUARA.....
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