Casi nunca escribo a mamá, de mamá o por mamá, ella que es fuerte, tremendamente madura, enraizada en sus principios, en su historia y en sus recuerdos, no me inspiraba siquiera tocarla con palabras que le parecieran nauseabundamente cursis, ella es directa, curiosa y enjuicia rápido, pero es la persona que más respeto y amo mucho; yo la vi, con los ojos perdidos, con la vida vacía, desde que papá murió, la vi tremendamente sola, mas huérfana de lo que ya era, de eso hace siete años, y hoy almorzando, ella, Carmencita y yo, sonrió, conversábamos algo trivial, de mascotas y de los vecinos, y tan naturalmente ella sonrió, iluminó mi rostro y me devolvió un poco el sabor a la vida que estábamos almorzando, sin siquiera saborearlo, pero de pronto, noté que le faltaba sal al guiso ¡Carmencita pásame la sal!. |