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Apoyo un tornillo en la madera, que con la saña y la punta filosa entra sin decir buenos días.
Tuve que aplicar una determinada fuerza bruta, haciéndo doler mi mano izquierda; puesto que soy surdo y con la derecha no ejerzo ninguna presión, cual estúpido enamorado realizo pequeños masajes con la diestra.
Estoy colocando un estante donde guardo los libros de filosofía que dejó mi abuelo y veo desde la ventana con detalle lo que pasa afuera.
A mis espaldas se encuentra la computadora encendida:
Su luz hace brotar llamas de mi cuerpo.
Abrazo a mi esposa y ella también cambia de estado.
Estamos esperando a un pariente que pronto ha de llegar de muy lejos.
Pero prometo, esta vez voy a atender el timbre, pues es muy educado y no obstante el cansancio solo ha de ejecutar la campana una sola vez.
Para agasajarlo hemos cocinado como un especie de guisado de verduras, porotos, garbanzos; en una olla de hierro además hervimos unas gallinas de aproximadamente dos kilos, más unos trozos de carne vacuna.
La luz blanca se filtra con el vapor y adquiere mucha vida, que como unos tentáculos aprisionan nuestros cuerpecitos, haciéndose sentir más que nada en la garganta.
Suena por fin el timbre.
Y veo por la ventana abierta a mi primo que viene del otro lado de la frontera.
Al revés de lo que pensaba, toca el botón, que más que botón es una cadena, muy entusiasmado.
Pero queda electrocutado en el intento por anunciarse, con nosotros los moradores envueltos en llamas, comenzando a ponerse todo colorado de color tostado.
Yo estoy presa de la risa más cruel, de entre una neblina vacía de encanto se escucha mi tos.
Y entonces miro la luz, que siempre fiel asi misma es como un licuado de bananas con leche esparcido por el espacio, a la vez que solicito un vaso de agua como para poder sobrellavar el momentazo.
Parpadeo varias veces seguido en señal de dar aviso, pero nadie parece mirar en esta maldita dirección.
Al instante escucho un estruendo sonar y miro por el vidrio de la ventana que la computadora tambien está como electrificada esparciendo energía por doquier, además cual si estuviera super contenta.
(A pesar de todo me siento satisfecho pues sé perfectamente que ésta historia no es más que el intenso calor del verano depositado en mi cabeza en la parte de atrás, no existiendo: tal puchero, tampoco esa mujer que es mi esposa. Que solo existe la computadora que se prende a cada rato por culpa de los movimientos bruscos que yo mismo hago logrando que alusine verdaderas tonterías).
Cuando de pronto siento que la biblioteca se desprende enterita, callendo todo sobre mí, aplastando el cuerpo con sus cientos de ejemplares.
En el ambiente solo ha quedado en pie la computadora encendida, haciendo con su luz patética la escena.
Mientras que otra nueva, que emerge desde afuera, alumbra con dulzura al ángel que es mi primo aguardando sonriente esperando que me incorpore de una buena vez.

Texto agregado el 03-10-2010, y leído por 139 visitantes. (0 votos)


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