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Inicio / Cuenteros Locales / shisa / Lo que sucedi�³ en la calle El ��NGEL

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Cuando se alzaba el Sol, anunci�ndose el nuevo dia, parecia que se recobraba la vida en aquella vieja ciudad colonial. Al frescor de la mañana sus habitantes reanudaban sus actividades. Es dificil describir toda aquella ciudad,` por lo que solo describire una de sus calles, La calle del �ngel, unas de las calles m�s hermosa de esa ciudad, la cual de noche era admirada por su vida prosaica, pero cuando el Sol la acariciaba era tradicional, muy conservadora y pintoresca.

Durante todo el dia, de las casas de anchas puertas y salientes balcones coloniales, se escuchaba que salian la alegria y la algarabia de los niños que se preparaban para ir a la escuela, mientras el padre o la madre lucha por obtener la colaboracion de estos.

Se escuchaba el rumor de gente que se afanaba en sus menesteres, mientras, en las calles se reanudaba poco a poco el transito de los transeuntes con sus personajes mas pintorescos como el viejo vendedor de periodicos que recorria dia tras dia la calle y que marcaba sus pasos con el peso de sus años , los cuales ya le habia encorvado tambien su espalda, dando forma a una fea joroba que intimidaba a las almas mas pequeñas e inocentes .Su nombre era Juan y los años habian cicatrizado profundamente su rostro , pese a ello , en el se reflejaba sensatez sabiduria y esperanza. Tenia que trabajar a sus setenta y dos años; vivia solo con su hijo y su esposa que se encontraba paraplejica por negligencia medica desde hace veinte años, eran pobres, no pudieron alzar su voz porque al pobre nadie le escucha, no pudieron tener hijos m�s hijos ni conseguir alguno por adopcion porque para eso tendran que tener tambien dinero.

La buena esposa, para ayudar a su marido diariamente iba a la esquina de la calle, y con los ojos llenos de fe estiraba su mano a alguien para que depositara algunas cuantas monedas en ella para luego agradecerles con una amplia sonrisa. Por lo menos lograban obtener un centavos

El hijo de Don Juan era aun joven, habia ayudado a su padre a vender periodico medio tiempo cuando era un niño, y la otra mitad del tiempo habia ido a la escuela, sus padres en medio de su pobreza habian logrado prepararlo ; el chico habia obtenido un ti­tulo en una carrera tecnica , pero lamentablemente se encontraba desempleado. Asi que a sus veintitres años trabajaba como mozo en la cantina de la calle El Ã�ngel y con lo poco que ganaba ayudaba al sustento de su pequeña familia.

L a gente, que transitaba la calle, inmersa en sus propias preocupaciones, no se pregunta, que le depararba el di­a, solamente camina presurosa a sus centros de trabajos. Todos sumergidos en su propio mundo, en donde toma sentido su existencia.�¿ Acaso tendriamos que culparnos por ello?

Era un dia igual a todos en aquella calle.
Don Carlos, dueño de una cantina que a la vez servia tambien de pulperia , acostumbraba levantarse temprano para abrir su negocio. A don Carlos le apodaban El Mexicano, porque era oriundo de ese pai­s .Era un hombre regordete de estatura mediana y rostro endurecido, habi­a llegado de Mexico en su mocedad y nunca m�s dejo nuestro pais porque quedo cautivado por la hermosura de una joven rubia , su nombre era Melania, era una chica menuda , de figura esbelta, de amplias caderas , grandes pechos y ojos marrones mesclados con la ingenuidad e inocencia de la juventud hicieron que el mexicano se deshiciera en sus lujuriosos deseos, pero como es costumbre en aquellas tierras que las jovenes permanezcan doncellas hasta el matrimonio , el hombre no tuvo mas remedio que pedir que se casase con el; luego para obtener dinero se hizo dueño de una cantina; asi pudo sostener su nuevo hogar.

Melania, que era una chica ingenua conocio con Carlos lo que era un primer beso de amor, las primeras sensaciones de mujer despertaron en ella, la sensualidad, el erotismo adquirieron un sentido. Y lo mas maravilloso, el milagro de ser madre, todo ello le abrieron a la vida.

Con el pasar de los años la pareja tuvo dos hermosas hijas, el negocio prospero pero desgraciadamente tambien dejaba su marca moral en la familia, pues Carlos se volvia alcoholico y simultaneo al alcohol , comenzaron tambien los golpes a su esposa e infidelidades con otras mujeres. Extrañamente ella nunca decidio abandonarlo.

En estas circunstancias fue cuando llego el hijo de don Juan a trabajar en el negocio de Carlos, era un joven alto delgado, sus ojos oscuros y almendrados tenin una extraña tristeza que le daba una profundidad a su mirada ,su cabello tenia un color azabache brillante, y lo que cubri­a sus ropas sugerian dotes que poseian una sensualidad extraordinaria .

Desde que trabajaba de mozo en la cantina de don Carlos mantenia un coloquio amoroso con Melania, la diferencia de edades no hab�­a sido un obstaculo para desencadenar la pasion del muchacho, pues ella le llevaba mas de veintinueve años. Cuando Carlos se emborrachaba o cuando teni­a que salir para comprar mercanci­as para su cantina la bodega de su tienda era el refugio donde los fogosos amantes se encontraban, y se perdian en la profundidad de su sexos, sus roces y sus suspiros se desvanecian solamente en un gemido mientras transcurria el tiempo...

Melania no lo amaba, ella habia perdido la capacidad de amar; el dolor habia deshecho su alma y en ella anidaba la aversion hacia el amor. Todo agravio habi­a despertado en ella la sed de venganza ; rara veces se mantenia sobria, y lo que la habia hecho feliz en el pasado, el amor de sus hijas, segun ella ya lo habia perdido; pues desde que ellas habian llegado a la adolescencia habian abandonado la casa por la desintegracion familiar en la que vivian.


Ese era un dia igual a todos los di­as en aquella calle. Con la excepcion de que en la madrugada estuvieron llorando los perros de don Juan, y que extrañamente un escalofrio haya estremecido la piel de la paraplejica antes de que don Juan saliera a repartir el periodico; y el muchacho se despidiera de ella con un beso en la mejilla.

- Hasta pronto, madre, te quiero mucho.
Su coraz�³n se hizo pequeño.
- Yo tambien te quiero, hijo mio.

Cuando don Juan habi­a terminado de repartir el ultimo ejemplar escucho tres balazos
Que proveni­an de la pulperia de don Carlos.
- Dios mi­o. �¡�¡�¡�¡

La gente se paralizo en aquel momento y dedujeron que los disparos provenian del interior de la pulperia de don Carlos. Todos corrieron hacia all�¡ , y el pobre viejo lo hizo como se los permitian sus pasos.

Cuando llego no podia dar credito a lo que sus ojos vei­an; en el suelo inertes y sin vida estaban los cuerpos de su hijo y el de su amante, el liquido rojo emergia de sus cuerpo sin misericordia alguna ; y al pie de ellos don Carlos les miraba desconcertadamente, como queriendo despertar de una terrible pesadilla, y sosteniendo aun en su mano el arma con la que habia puesto fin a sus vidas. Don Juan sintio que un puñal le atravesaba su corazon, no pudo proferir palabra algunaâ�¦D e pronto el autor del crimen se levanto y exhalo un profundo suspiro tomo el arma y colocandola en su corazon disparo contra su pecho desplomandose.

Todos los presentes estaban atonitos frente a lo que estaba pasando. Esa tarde en aquel humilde hogar en una caja rustica de madera un padre y una madre lloraron desconsoladamente a su unico hijo.

Texto agregado el 02-10-2010, y leído por 102 visitantes. (0 votos)


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