Ud. Tiene un nuevo mensaje... Mensaje recibido el día de hoy, a las dos y cincuenta y siete p.m.:

“Hola Roxy... Si, soy yo, Marcos. Parece que estás ocupada y no puedes responder al celular. Bueno, llegué hoy, todo tranquilo, el viaje sin problemas, dile a mamá que todo me fue bien, que ya no se preocupe, el lugar aquí es precioso: Campos verdes, montañas nevadas hasta donde te alcanza la vista. La gente es bastante amable y cordial... Adivina quien me vino a recoger... El tío Carlos me sorprendió llegando, dijo que se había enterado que llegaba y me vino a dar el alcance apenas lo supo ¿Cómo lo supo? Es una muy buena pregunta, ya que como recordarás no le dije a nadie que haría este viaje. De verdad que fue una muy grata sorpresa, ya sabes tú cuanto quiero a mi tío y cuanto tiempo pasamos sin verlo. Hemos conversado un poco hasta que le dije que quería comunicarme con ustedes para hacerles saber que estoy bien. En realidad no le pareció buena idea pero despues de una rato de rogarle accedió a que los llamará. Y aquí estoy ¿Qué más te puedo contar? ¡Ah! Dile a papá que el dolor del costado se me pasó apenas puse un pie acá... Parece que los cambios de aire o de espacio me han hecho bastante bien. También dile al gordito que deje de fumar porque le puede ir mal más adelante. Bueno hermanita, esto se corta, parece que la comunicación acá no es muy buena que digamos, ya veré cuando vuelvo a comunicarme con ustedes, si se puede. Salúdame a mamá y al gordito... Cuídate mucho hermana y recuerda que siempre estaré rezando por ustedes... Dile a todos que nos volveremos a ver pronto. Un beso inmenso para ti... Chau.”

Roxana salió presurosa del baño contiguo a su habitación tratando de alcanzar la última timbrada del celular, su cabello húmedo le mojaba los hombros y la espalda, cubierta de una manera extraña por la rapidez con que salió de la habitación donde se encontraba tomando una ducha. Escuchó el mensaje una vez más, esta vez tratando de memorizar cada palabra, ahogando sus sollozos en saliva, las lágrimas rodaban en su mejilla con una facilidad recién adquirida.

Miró por la ventana, era martes, el otoño mecía los árboles con sus vientos apacibles y el reloj marcaba las 3 y 8 de la tarde, Marcos no estaba con ellos, había fallecido el día anterior.