En el regocijo del dolor,
La mentira es poética.
El deseo nos condujo a lugares perennes,
y por miedo desconectamos nada.
Cuando todo colapso fuimos cobardes,
quedamos reproduciendo biologías históricas ,
encerrados en falsas epifanías,
… la paciencia nos convirtió en presa fácil.
“Cuando aparezca la ecuación la respiración será inocua,
algo imposible de detener.
Los vientos se acercan,
¿qué no entiendes?,
… la trascendencia es algo feroz,
debemos dejarnos.”
Y emergió el aspavientos,
rugiendo como un monstruo irónico,
… condescendiente.
La tormenta fue guiada justo hacia la fibra débil.
Nadie accionaria el mecanismo eléctrico,
nadie…
por que tus científicos y los míos arrancaron.
Quedamos balbuceando palabras imbéciles,
amparados en el consuelo de los tontos,
tu y yo,
crecidos y maduros,
evitando lo incontenible,
solo observamos a la maldita tormenta,
destruyéndonos…
“¿Por qué fuimos tan porfiados?,
¿quién nos hizo este daño en la mente?.
Las olas ya se elevan,
la inteligencia desapareció.”
No voy a descubrir escenas verticales,
de encuentros desatinados y amores retorcidos,
porque al fin los aspavientos lo hicieron.
Fuimos cobardes,
en el silencio derribado solo quedan pieles vacías.
El epitafio es una terrible negligencia.
Que el tiempo describa nuestros restos.
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