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Si te escribiera todos los dias probablemente te mandaría una flor en el sobre junto con mis palabras, te diría que sigo viviendo en la casa de los Castelao. Es un manicomio.

El padre, Facundo Castelao, no hace más que pintar, este semana le dio por encerrarse en su tallera dibujar margaritas, algunas vivas, otras tal vez más secas, y unas que estuve deshojando un día nublado, de los tantos que hay. Él también colorea la risa de la madre, Muriel Castelao, ella mantiene todo en orden, si el estado de su casa se puede llamar orden.

Sí, las cosas siguen igual. En este invierno sigue lloviendo como si el cielo fuera un caño abierto, inagotable. Más creo que llora sus penas, en estos tiempos nadie va a ningún lugar, ni el mismo cielo.

El sábado pasado, mientras la madre amasaba la base de una tarta, encendió el horno a 180 grados, y se dedicó a esperar un rato más. Hubieses visto la cara de sorpresa de Muriel cuando Facundo entró corriendo a toda prisa en la habitación y metió todos sus trabajos de margaritas de los días anteriores dentro del horno. Le armó un escándalo, pero Facundo decía que el sólo quería que sus trabajos envejecieran, creo que esta en la crisis de la edad media, o tal vez la graduación de Sofía, su única hija, lo había hecho sentir anciano. Sofía es oscura, no habla con sus compañeros de clase, y por las tardes se dedica a meditar, pensar, o quién sabe qué en el jardín de la casa. La he visto contemplar las enredaderas mezclarse con la lluvia implacable de este invierno. Todo sigue igual en la casa de los Castelao.


A veces me veo cocinando la cena para todos ellos. Siempre me concentro cuando les cocino, creo que darles una buena cena es lo único que puedo darles para agradecerles, al fin y al cabo, me han ofrecido su casa para quedarme estos meses, y nada me han pedido a cambio. Los días pasan más tiernamente por acá y al fin puedo oler el aroma de la primavera asomarse por la ventana. Salgo a caminar frecuentemente, por un lago a una hora de camino, atravesando el bosque. Me gusta ir de tarde, así veo el naranja del sol consumido por el agua. El lago me hace recordar al océano. Pero basta para dejarse perder ese instante, y contemplar ese bello espectáculo, muchas veces, termino ahogándome en nostalgia, me recuerda los días en los que te buscaba con la única débil excusa de proponerte casualmente una pequeña caminata para mostrarte cual era el lugar donde más me gustaba ver como el sol se terminaba de derretir en el horizonte. Era hermoso.

Ahora todo es igual, pienso irme pronto, estoy esperando la oportunidad precisa para regresar a casa. Las cosas tienen que calmarse tarde o temprano, aún así me preocupa; el otro día también pensé que podría quedarme con los Castelao, siempre me cayeron bien los locos, claro que no todos los tipos, ellos están bien, no hablan mucho, a veces siento que mi presencia pasa desapercibida, como si yo fuera un espíritu rondando por los estrechos pasillos de la casa de campo de madera de los Castelao, haciéndola crujir apenas.


A Muriel, la madre, le encanta hacer jardinería, se pasa horas en su huerta, está obsesionada con cultivar los tomates más rojos y grandes de todo el pueblo. Todos los vecinos murmuran sobre ella, Muriel es sencilla y prefiere no hablar mucho, pero el rumor siempre puede más. Y Facundo, el padre, ya ha "establecido" la peculiar personalidad de la familia en varias ocasiones. El vecindario está repleto de cucufatos y pre juiciosos, así que nadie quiere salir con los Castelao, no los invitan a las fiestas de jardín, y los miran raro por el supermercado cuando están todos juntos. Bueno los Castelao son especiales.

Fui a una entrevista de trabajo ayer, aún estoy esperando el llamado, si es que me llaman, me quedaré aquí una temporada más, o dos. Sólo me quedará soñarte leyendo mis cartas en la estación de tren, donde al despedirte de mí sólo alcanzaste a preguntarme cuando me cansaré. Pues creo que nunca, soy como el viento, interminable.

Texto agregado el 30-09-2010, y leído por 124 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-09-2010 Derroche de libertad para escribir. Has dejado que el texto se vaya solo y se cuente. Me encantó. Filiberto
30-09-2010 Veo que tienes muy buenas hechuras como escritora, me gusta tu estilo y no dudo que esos pequeños detalles ortográficos quedarán resueltos muy pronto, felicitaciones******** JAGOMEZ
30-09-2010 pienso que la libertad de escribir así no puede ser sino la prueba de que la vida se desliza a cada momento en muchísimos planos posibles, que vamos enhebrando entre personajes sensaciones crepúsculos recuerdos etcétera y sólo la aparente cordura que nos acecha nos hace creer que los Castelao son los locos. gracias por esta poesía quilapan
 
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