Capitulo dos: “El teléfono”.
No era de los que creían en la iluminación divina y nunca aspire a la inspiración continua, pero he abierto el cerrojo de una puerta que no conocía. Sueño palabras, tarareo teorías y descubro conceptos que de la nada me golpean el rostro mientras la verdad me embriaga. Cada día construyo, destruyo, remodelo y condiciono mi realidad, mi dinámica, mi viva realidad.
Unos meses atrás la gente noto mi presencia inadecuada junto al faro mediano. Siempre escribiendo, pensando en voz alta, gritando descubrimientos, caminando en círculos, haciendo anotaciones en servilletas, en la banca, el árbol y el teléfono; durmiendo entre apuntes y colillas de cigarro…
Mayormente encontraba respuesta a preguntas que no formulaba, por lo tanto mi inteligencia solía centrarse en temas absurdos, superfluos y vulgares; pero en ocasiones, y con más trabajo, mis destinos mentales eran mucho más refinados y relevantes. Un día podía descubrir la forma adecuada de comer una manzana y el siguiente realizaba un estudio histórico/lógico, con apoyo psicológico sobre cuestiones de comportamiento personal. En fin, aquello era toda una feria de pueblo, sin reglas ni expectativas.
Nunca cruzo por mi mente compartir mi nuevo conocimiento, no por egoísmo, sino por falta de tiempo y enfoque, no veía como aplicar esta singular información.
No se que día era, pero era un día nublado cuando conocí a Remedios. Una mujer callada, de piel morena y mejillas sucias, dedicaba su tiempo a la comercialización de lapiceros con lámpara, discos de audio con sonidos industriales, tostadoras de pan con calculadora, lentes de sol con luces y despertador y demás chácharas que se venden en los cruceros de México. Remedios caminaba como de costumbre, con la espalda encorvada, el cabello enmarañado y arrastrando los pies; terminaba de probar la venta de un nuevo producto, “arreglos florales de degradación acelerada” –¡En menos de una semana adquieren la apariencia de una flor marchita!- pregonaba. A mi me pareció una idea excepcional, inteligente y un tanto poética, pues ¿Qué es mas real que la muerte? Pero claro que no todos compartían nuestro sentido del humor, así que resulto un fracaso.
Tras un dia agotador, y la perdida del capital invertido en su “flor de muerte”, Remedios se dejo arrastrar hasta una esquina perdida en la zona central de la ciudad, un barrio abandonado, con algunos transeúntes de caras extrañas con gestos familiares. Cerca de un árbol perdido de los demás arboles vio un teléfono publico y acepto hacer una llamada a Raúl, su esposo. No sabia como darle la noticia del dinero perdido, de su nuevo error, de cómo su irregular ingenio los dejaría sin comer tres días de la semana durante el próximo mes. Sus pies se hicieron más torpes y lentos, su espalda, cuello y tetas pesaban mas a cada paso, y su fe y esperanza pesaban menos. Los apenas 10 metros que la separaban de la cabina telefónica duraron meses, años, una vida de preparación, treinta malas decisiones consecutivas, varias biblias y libros de texto gratuito de mentiras. Ideas de suicidio y renuncia la acosaban junto con moretones de abuso y manos cuarteadas por el fracaso. Escurría decepción por sus sucias mejillas, y las largas uñas apretadas contra sus ásperas palmas la sangraban, como ajenas voces castigadoras. Agotada, llego a la cabina, se aferro a ella como si de ello dependiese su vida; tomo la bocina y contemplo los números por varios minutos hasta que por fin se dio por vencida. Dejo caer el auricular, escuchaba el monótono tono telefónico sincronizado con los lentos latidos de su corazón; bajo la mirada hasta la base de la cabina, donde entre tantos garabatos pudo distinguir una lectura “No fuimos creados, siempre hemos existido; no somos semejantes a nadie ni a su forma, somos un apéndice de Dios destinado a crecer, a recuperarse; la vida es una terapia y el preámbulo para regresar a nuestro divino origen, nuestro único y verdadero hogar –El cálido hasta siempre” Nunca mas se apartaría de la cabina telefónica.
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