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Capitulo uno: “La banca”.
Seis meses atrás Santiago caminaba por las calles de la ciudad, sin rumbo aparente, sin método ni costumbre. Estos parajes no eran el camino, sino el destino en si. Con un ritmo constante, marcado por su pie izquierdo, articulaba y organizaba sus ideas, formulaba simples preguntas con las mas complejas respuestas; convergían las filosofías de toda su historia, desde las mas inocentes y fantásticas de su infancia, hasta las mas elaboradas y positivas que adopto en la escuela de derecho. Todo esto con un único propósito, el propósito mas antiguo y mas honesto de la humanidad – La verdad.
Las calles adoquinadas, la arquitectura colonial, los charcos reflejantes, formados por un azar casi planeado; el clima nublado y seco, que no llegaba a ser frio ni caliente; los rostros desconocidos con gestos tan familiares, y unos marlboro blancos; eran sus acompañantes, cómplices e inspiración; se combinaban y transformaban entre si dándole respuestas sin coherencia, que el solía tomar por ciertas para argumentar sus teorías.
Hoy sin plan ni previo aviso llego a su destino. Ese hacia el que camino durante meses, quizás toda su vida, frente al cual muchas veces paso de largo. No, no era la verdad, pero era la ruta para llegar a ella y el lo sabia.
Cuando vi ese rincón cubierto me detuve, por primera vez interrumpí mi camino sin una razón de peso, o posiblemente esta fue mi primera razón de verdadero peso.
Una banca blanca, de metal, con adornos barrocos y oxido acumulado de muchas historias, probable locación de lascivos romances, crímenes pasionales y conspiraciones secretas. El spot lo tenía todo, una penumbra espesa, una ubicación visualmente bloqueada , para impedir el acceso o con intenciones mas profundas, como la de alienar sus misteriosas propiedades de traseros inexperto o espaldas bajas ambiciosas; al costado izquierdo un árbol que se extravió de los suburbios y atraído por el misticismo del ambiente se refugio tan adentro de la ciudad; a la derecha un faro mediano y junto a este un teléfono publico, ambos sin propósito aparente, pero a estas alturas sabia que nada estaba aquí por error. Parecía un estudio a la intemperie, un centro de mando, era toda una postal arrancada del set de una mala película francesa.
Decidí, o me adherí a la decisión, de solo volver a caminar para llegar a la banca.
Tenia veintitrés años, veinte de estudiante apasionado e indisciplinado, tenia amigos, aun así mi tiempo prefería pasarlo solo; cantaba mal, cantaba fuerte y cantaba mucho; por momentos poseía un ego desmedido y por otros mi timidez obstaculizaba mi actuar; era un artista sin arte, pero con talento. Mi más destacada cualidad es la palabra, el uso de esta. Hablo mas rápido de lo que pienso, hablo mientras cómo y mientras tengo sexo; hablo con mi gato y mi madre muerta; hablo con quien no me quiere escuchar, hablo solo, utilizo palabras que desconozco y también algunas que invento; hablo en publico, hablo en privado, hablo para mis adentro s y de dientes para afuera; en ocasiones hablo solo para escuchar mi voz, y en otras para que los demás aprecien mi elocuencia; y siempre hablo de mas.
Seis meses caminando, y miles de pasos pensando, solo me trajeron kilómetros de confusión. Todo era mas complejo, hasta respirar se me dificultaba si no lo analizaba.
Hace dos años descubrí la banca y me senté en ella aceptando las consecuencias, esta banca que ahora parece parte de mi, o yo parezco parte de ella, como los adornos barrocos, como el oxido que efervesce de entre sus barras, como las historias de lascivos romances, crímenes pasionales y conspiraciones secretas.
 

Texto agregado el 29-09-2010, y leído por 196 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
29-09-2010 Fabuloso, es un honor poder leerte *5 MARIAOTILIA
 
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