Guardianes.
Capítulo 1
En el trabajo se comentan muchas cosas sobre él. Hace ya un par de meses que trae un comportamiento extraño además de taciturno y mal genio. A menudo se le ve caminando pensativo, preocupado, perdido en su mente, como tratando de resolver un acertijo sin salida. No habla con nadie y no es que destaque por ser un tipo conversador, pero últimamente se asemeja más a un fantasma, un espectro sombrío que sólo revela su apariencia cuando atraviesa sin más opción el pasillo hacia su oficina. O al final de la jornada laboral, momento en que emprende la vuelta a casa, cruzando otra vez por el maldito pasillo. Se lo pasa encerrado en la oficina. Así era todo el día. Con suerte dedica alguna que otra palabra a su secretaria regalona Evelin, y sólo para que le llevase un café al despacho.
Se le conoce por el nombre Víctor Undurraga. Los compañeros de empleo más cercanos y de confianza le dicen “El Hitman”; por su temprana calvicie y peculiar manera de vestir, similar al personaje del conocido juego de acción. Claro que, no posee instintos de asesino a sueldo, por el contrario, sus compañeros de trabajo le quieren mucho. Nunca ganó la mención de mejor compañero en el colegio, pero a pesar de lo anterior, en la actualidad, y con cuarenta y tantos años viviendo solo y soltero, Víctor es considerado un jefe ejemplar y bonachón, aunque también es conocido por su frialdad y oscura ironía. A veces no sabías si hablaba seriamente o estaba tomándote el pelo.
¿Crees que este enamorado? Mucho estrés, el trabajo lo tiene así, una muchacha le rompió el corazón, quizás se le ha muerto algún familiar… Dicen los comentarios de pasillos. Sus colegas y subordinados elucubraban varias teorías. Obviamente no faltaron los viciosos que apostaron dinero. Por desgracia ninguno de ellos podía estar más lejos de la verdad.
Bajo la soledad de su pequeña oficina y sentado en el escritorio, Víctor resuelve ecuaciones matemáticas con un frenetismo arrollador. En varias ocasiones de frustración, arrancó la hoja llena de cálculos lanzándola al tarro de basura. De vez en cuando anota un número en una especie de cuadernillo portátil en el cual figuraban múltiples esquemas estadísticos y porcentajes. En la mesa de escribir tenía un cenicero repleto en colillas de cigarrillos, culpables del maloliente hedor a nicotina que sembraba el diminuto cuarto. No había que ser un gran observador para caer en la cuenta de que el color amarillento de las paredes se debía al excesivo nubarrón de tabaco quemado durante meses, pues las murallas que alguna vez fueron de una blanco radiante, ahora lucían como la dentadura de un fumador añejo.
¡Cliiick cliiick!
—8:45pm, lugar de siempre. —Leyó el mensaje en la pantalla del celular y la mirada de Víctor pareció cristalizarse unos segundos. Luego, similar a un ventanal de vidrio delgado que sucumbe bajo la intensidad extenuante de un frío épico y abrumador, sus ojos verdes daban la impresión de despedazarse lentamente con cada palabra reflejada en la retina. Una sensación de mareo acompañada de sudor frío le obligaron a sentarse.
Permaneció más tiempo del necesario observando el tablero, petrificado, queriendo erradicar de la existencia tal mensaje. Quizás pensó que al mirar detenidamente aquellas letras estas se disolverían como sucede en los sueños. Pero no, había llegado el momento de sus pesadillas. Recordó haber leído el mismo mensaje un centenar de veces antes, puesto que era algo rutinario. Pero ahora era diferente. El tópico “Urgente” le daba un dramatismo colosal, pues era una palabra que jamás esperó recibir. En consecuencia, el cerebro de Víctor cortó automáticamente todo cable neurotransmisor rotulado con la palabra esperanza, y a su apartado: proyecciones de vida futura. Su mente comenzó entonces a colapsar en imágenes y sueños que ahora se veían amenazados por una dura realidad: La muerte.
Mientras los anhelos y proyecciones futuras se fracturaban en miles de pedacitos como edificios gigantes desmoronándose violentamente, Pensó que si salía de esta, invitaría a cenar a la muchacha del piso de arriba, y quizás, porque no, intentaría formar una familia con ella. Fue aquello lo único que guardó en su corazón, y si bien, no era una mujer a la cual la belleza le brotara por los poros, para Víctor era una mujer preciosa y encantadora. Tiene ese no sé qué, que le vuelve loco.
Estaba oscureciendo y los reportes meteorológicos vaticinaban una tormenta para la media noche. Tormenta que ya anunciaba su llegada con fuertes vientos esporádicos en el ínterin del ocaso. Raudamente salió de la oficina vestido con un chaquetón largo de cuello alto y una camisa blanca, la cual hacía resaltar el color rojizo de su corbata. Cogió el primer colectivo que vio. Lléveme a la esquina de Suecia con Providencia. ¡Rápido!. Le dijo al chofer en un tono áspero y sombrío luego de entregarle una generosa suma de dinero. Durante el viaje, Víctor procesaba mentalmente soluciones y alternativas posibles al tiempo que anotaba algunas de ellas en su cuadernito portátil. ¡Rápido, apúrese! Dijo nuevamente.
Caminó a paso veloz hacia un callejón de la calle Suecia, mientras que con su mano derecha cubría su cara de gotas coléricas del viento ya enardecido y caótico. La ventisca hacía mecer el abrigo de Víctor como si fuese la capa de un guerrero medieval al galope contra la brisa. Frente al club nocturno Lucas Bar, le esperaba un Ford Mustang negro de vidrios polarizados. Víctor abrió la puerta del lado derecho y subió ubicándose en el asiento trasero del coche. De inmediato partieron con rumbo desconocido.
Desde un bolsillo interno del chaquetón, Víctor extrae un cigarrillo que enciende en un gesto rápido y memorizado. Más tarde, y con la vista entrecerrada observa a su extraño acompañante sentado a la derecha.
—Había olvidado lo desagradable que era tú cara—. Dijo Víctor en tono serio y el ceño fruncido.
Vestía igual que él, a diferencia del sombrero negro estilo “western” que le ocultaba la mitad del rostro en la sombra.
—Mal nacido ¿Así es como saludas a un viejo amigo? —Sentenció molesto y la voz arrastrada.
—Nunca he tenido amigos, y tú no serás el primero.
Al oír esto, el extraño de sombrero western examinó atónito la cara de Víctor por unos breves segundos. Inmediatamente después rompió en carcajadas y agregó:
—Veo que sigues siendo el mismo estúpido de siempre…— Y como si fueran dos amigos inseparables de la infancia que vuelven a encontrarse después de mucho tiempo, apretaron sus manos y luego se dieron un gran abrazo.
El Ford Mustang detuvo el viaje frente a un enorme e imponente edificio. En la azotea, una insólita versión del helicóptero UH-60 Black Hawk aguardaba con el motor en marcha, listo para despegar.
Toda la operación fue rápida y coordinada. Entre fuertes vientos y lluvia torrencial abordaron el transporte. Acto seguido, la máquina se elevó entre nubes tormentosas alcanzando una altura demencial, para luego alzar vuelo sobre la cordillera de los Andes.
La aeronave estaba dotada de una tecnología desconocida y sumamente avanzada. No había sido construida precisamente para respetar las leyes de la aerodinámica convencional, si no que todo lo contrario. Poseía la velocidad de un jet de combate, además de una maniobrabilidad impresionante. Las aspas sólo servían para guardar las apariencias de curiosos entrometidos o de los ya conocidos cazadores de ovnis.
—Sobek, dime ¿Cuál es la situación del Panteón?—. Preguntó Víctor al extraño “Western” en una postura grave y de severa preocupación mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.
Sobek apretó los labios y luego dijo:
—El ambiente está tenso. Según el último reporte andromedano, los creadores han decidido destruirnos—. Víctor oía atento las palabras de Sobek, pero no pareció sorprendido. —La avanzada perimétrica detectó horas atrás una poderosa emisión de rayos gamma dirigidas hacia nuestro planeta, emanación procedente desde el centro de la galaxia. El impacto está pronosticado para las 4:00am.
Un fuerte remezón sacudió al Black Hawk que ahora navegaba entre las montañas de la cordillera en vuelo rasante. Sobek y Víctor ni se inquietaron.
—Nos consideran basura cósmica. Crearon nuestra existencia y ahora quieren eliminarnos como parte de un experimento fallido…—. Dijo Víctor resignado.
—¿Qué piensas hacer Set?
—¿Qué hace un hijo cuando el padre quiere lastimarle…Sobek?
—¿Defenderse?
Set; es el verdadero nombre de Víctor. Todos los pertenecientes al Panteón son humanos de genes modificados, dueños de una inteligencia comparable a la de grandes personajes de la historia, como lo son Einstein, Newton o Hermes. Naturalmente, ellos no son nativos de la tierra, fueron enviados desde otros sistemas solares con el fin de salvaguardar el desarrollo congénito de las especies descendientes, especies que aún están en vías de desarrollo. Por ello, en su planeta natal son conocidos como Los Guardianes, y Set… Set es el líder de los guardianes en la tierra.
Aterrizaron en una pequeña instalación secreta ubicada entre las inmensas montañas. Sólo era posible llegar allí en aeronaves especiales, de otro modo el acceso es imposible debido a la difícil topografía del terreno.
Dentro del emplazamiento subterráneo, un ascensor con las puertas abiertas les esperaba. Como el Black Hawk, el elevador es otra de las maravillas que poseen. Éste les llevó hasta el centro del planeta en menos de 15 minutos. En su interior, un campo anti gravedad ejercía la influencia necesaria para que los ocupantes no quedasen reventados contra el techo.
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