Me voy a escuchar el viento 
 
Me voy al Sur, a escuchar el viento, 
y a verlo, 
a verlo jugar (y vagar) entre las cosas que quiero. 
A sentir cuando se llena de gritos, 
y saber que es en él, 
donde se cuelgan las voces, las frases, 
cuando se van,  
cuando terminan. 
 
A escuchar el antiguo soplar,  
del vagabundo,  
el ancestral,  el oculto sonido del paisaje. 
Y a estar con él, 
aunque no lo vea. 
 
A sentirlo cuando vuela, y es polvo, 
cuando pasa, y me toca, 
y es una caricia,  
un escalofrío, 
es una mano helada que me recorre. 
 
A verlo, 
cuando tiembla el coironal, y es un brillo dorado 
que le anda por encima. 
 
Estar ahí, sintiéndolo. 
 
Adivinarlo contra la piel, cuando me pasa entre el pelo, 
cuando barre la tierra,  
y la reseca, 
y la mueve. 
 
Me voy a sentir el olor del desierto, 
al pegarle el verano, 
cuando sube en el viento, y es polvo, 
y es sonido que se arrastra entre las matas, 
es polvareda, 
que se aleja,  
o que llega, 
y que siempre esta pasando. 
 
A mirarlo jugar,  
reviviendo hojas caídas, a llevarlas,  
a traerlas, 
a que vivan, ya muertas. 
 
Me voy a verlo viajar,  
debajo de la luz,  
cuando pertenece al sol, 
o a no verlo, en noches cerradas, 
cuando la luna no aparece, 
y pintado de negro es un fantasma,  
que lleva el frío pegado al soplido, 
a su nada. 
  
A mirarlo agitar las ramas, 
y las flores de plástico, 
verlo golpear postigos, 
y sentirlo como sigue ahí,  
siempre, 
vuelteando, cerca de la tumba de mi viejo. 
Dolido. 
Haciendo entrecerrar los ojos,  
a puro recuerdo. 
 
Me voy a escucharlo decir, en su ruido, en su silbido, 
insistiendo, 
que la vida, 
es un soplo, ...un soplo de él. 
Y eso es muy poco. 
Eso es nada. 
 
Y escuchar en la voz del viejo: 
 
Al viento hay que verlo, y tener la paciencia de esperarlo, 
...lo demás, lo hace él solo. 
 
 
2004 
 
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