A ése, persona que hay en mí y que en paz descanse, que soy yo mismo con la sonrisa embargada, embriaga la cara hasta recien bonita asechando al rostro con prontas desformidades de ha pincel.
Puesto que ya no soy más que una lengua hacia fuera y estando pálido como una pared de escuela me observo tambalenate, condición que de lleno, junto con mi osamenta, nos hace desistir de continuar la marcha de vida, nada menos que la marcha obligada de todos los atardeceres, me veo en la obligación de tomar asiento, aunque deberíamos reconocer que parece que estuviera retozando en una letrina de campo, pues como decía, estoy muy averiado a punto de desplomarme al piso de marmol.
Es que, a decir verdad, hace un lustro que estoy herido sangrado de una yaga profunda que no tiene freno en la salida aunque que pongas un alud de piedras con lodo.
¿Pero justo ahora vengo a tener la mente infectada de pensar tonterías, ellas, las pobres, mezcladas con otras cosas trascendentales que deberíamos enfrentar? ( Debo recordar ir al analista no bien pueda).
Pero me miro el rosto, mi rosto desecho en un espejo; ya no tiene sentido multiplicar ni nada.
Veo llegar al silencio. Intento cambiar de tema, pero ocurre que la desdicha nos ha sorprendido, hasta la morgue no pararemos de andar y de llorar en el trayecto. Con filete, y con total soltura, corremos derecho al ataud que espera cómodo sobre el cadalzo.
¡Que angustia! Que dolor. Y pensar que todo se debe al motivo de no querer dormir la siesta pues de noche no logro conciliar el sueño. |