Castillos alrededor de la nieve,
sobre la arena,
- sobre los muertos, sangre
de tierra hirviendo - sobre mi
pecho
plantaciones de frutos para
los gringos.
Mi único futuro es la
madreselva pudriéndose
sobre
el cerebelo floral
de cada día
cada noche
cada
muerte.
Polinomio de mujeres violadas, en
el fondo de la suntuosa
horrorografía,
semen de pasto en el cielo,
que caemos como cuerpos
agarrotados.
Usted dijo que la miseria - como el
sexo -
es exquisito placer de carnes
contrayéndose,
de carnes amándose en
suaves disimulos, desquicio suave,
muertes degolladas en el árbol del
conocimiento.
Lo único, primordial,
que dejo de mi raza alcalina, es el muérdago
navideño, las dádivas, desventuras de
mojado papel crepé, les dejo el corazón
derritiéndose como
recámaras del presente.
Desde el ojo vomitivo el sexo encuentra la
carente herida, y
el placer de odiarnos
se refleja,
deteriora el alma, con las
inestables palmadas: construye
para mi buenas nuevas,
para mí habrá un día de crear grandes cimientos
la tierra fosforescente,
aluviones asexuados,
esotéricas promesas:
usted, sí. Usted que siempre tocó
mi lengua con el
impacto represor
del cuchillo entre los muslos,
usted que dejó a mis hembras caritativas en
la preñez del descenso.
¿Siente alegría de observar el cielo
que escurre entre sus manos? |