Se cuenta, que hace muchos años atrás, cuando a la señora Juanita le daba con decir que las gallinas meaban. Andaba por esos campos don Rupe, achacado por un supuesto mal que le habían tirado.
Don Rupe, consultando por aquí y por allá, a sus conocidos sobre alguna machi que le ayudara a curar su mal, la doña Juanita le recomendó a una que vivía por los Pellines; este era un sector que quedaba como a día y medio de viaje, claro que en esos años a caballo no mas se viajaba.
Don Ruperto tenía su pinta, andaba siempre vestido con su típico traje de huaso… ¡bien cacharpeado!… Había dejado a la vieja a cargo del campo, y a cargo de los ocho cabros chicos que ya tenían.
Cansado llegó al campo de la machi. Unos perros negros salieron a recibirlo... ¡como le ladraban Dios Santo!… ¡Váyanse condena’os!… -Le gritaba don Rupe-
De una vieja mediagua salió una mujer huesuda, con una mirada que espantaba hasta el mismísimo diablo, pero don Rupe era de esos huasos agalla’os y fue sin titubeos a saludarla.
La machi, le tomó la mano y lo examinó…
Uf! … –Uste’ ta’pal gato iñor-
No le encontró nada bueno al pobre hombre.
Diagnóstico: mal de ojo.
-Esto de la pura envidia que le tienen- acotaba.
¡Ya!, -dispuso la anciana- juntémonos el próximo viernes entre oscuro y claro, y me trae una gallina negra.
Y así de vuelta a su hogar y abrazando a su patrona, -Como le decía cariñosamente a su esposa- y un grupo de chiquillos colgados a su cuello, le recibían con alegría.
El día había llegado y con la gallina negra en un saco saltó de su bien parado caballo.
La machi lo estaba esperando, partieron ambos al monte y la vieja con un garrote de luma en la mano y don Rupe que la miraba de reojo asustado y medio arrepentido de haber vuelto.
Fue cosa de llegar al monte y la vieja con una destreza increíble saltaba y gritaba:
-¡Muere maldito condena’o!… y garrotazos al aire iban y venían.
-Oiga pue! –gritaba la anciana-, -¡Ayúdeme!, es Juan Duro, hay que matarlo a palos-
Don Ruperto que no entendía nada, comenzó de igual manera a dar combos al aire, y la viejecita seguía brincando, y dando garrotazos al pobre de Juan Duro…
Después de varios minutos y ya la mujer exhausta, y mirando victoriosa a don Rupe prosiguió:
-Ganamos, ya esta cura’o, me da la gallina y estamos arregla’os –
Ruperto, mudo, con ganas de estar en casa, y sintiéndose entre confundido y avergonzado, fue metiendo la mano al saco para agarrar a la gallina que estaba toda mojada.
-¡Por la chita!… con el viaje esta pobre está deshidrata.
La machi de un zarpazo agarró a la pobre gallina y se la llevó al corral. –Hombre viejo- refunfuño.
-¿Nadie le habrá dicho que las gallinas mean?-.
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