Con café escribo tu nombre en mi boca,
reseca soledad fría
hecha de mentiras, de locuras dichas,
de sangre, saliva y otroras.

Con tinta escribiste en mis manos
las letras de tu cuerpo enmudecidas
y analfabeta toda la piel mía
solo entiende el lenguaje de tu tacto.

Y hoy llora la inevitable soledad
lágrimas de semen y de hastío,
las mismas que yo maldigo
cuando no hay vientre para reposar.

Porque fuimos hermanos de la sangre
derramada por la eterna herida,
porque érase alguna vez tu y yo
y tu sin aire, sin piel, sin vida.