todos me decían mentiroso... era verdad, nunca conocí la verdad, tan solo la veía en partes y en diferentes circunstancias... en un beso amante, en los ojos de mi madre, en las mañanas silenciosas, en el cielo estrellado... fue aquel anciano quien me dijo una cosa que me hizo cambiar mi vida por siempre... me dijo pocas cosas, pero de sus labios brotaba el perfume divino de la verdad... le seguí por un tiempo. a la salida de los teatros, pues gustaba escuchar buena música... o en las tardes de verano, o en un parque floreado de niños y madres y padres, jugando con el sol y las avecillas del cielo... era un anciano sonriente y de sus ojos, siempre luminosos y siempre abiertos con el brillo de la sorpresa, miraba y miraba hasta que la noche le llegaba y de sus ojos destilaba lágrimas de fantasía y magia... decía pocas cosas, y tan solo yo era su único seguidor... le seguí hasta que una mañana nunca mas despertó... "está dormido", sentí o escuché una voz que siempre estuvo dentro de mí y que obedecí hasta entender su idioma sin palabras y llenos de calma... lo cargué y lo llevé a un lugar solitario en donde lo envolví con suaves telas hasta envolver su cuerpo entero... lo llevé a un lugar en donde el mar era nuestro único testigo y allí, en medio de tanto frío y agua, escuché su voz, la voz de un muerto lleno de vida que me dijo algo que nunca mas olvidaré... "no temas... ama, ama..." sentí cosas inenarrables y luego que llagara la noche tiré aquel cuerpo hacia el fondo de mar... una estela de la luna brillaba en su viaje hacia el fondo del mar y cuando miré los ojos de la luna supe que él estaba en todas partes... volví a la ciudad y ya caminando por las calles, volví a escucharle... en los labios de un mendigo, en el canto de la noche silenciosa, y, en mi ser interno cuando llegaba el cansancio para dar paso a mi mundo interior... y allí fue donde supe toda la verdad...
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