Un grupo de lo más variopinto caminaba por el sendero de un bosque. Cualquier observador pensaría que se dirigían a una fiesta de disfraces y se preguntaría donde los habrían conseguido, porque la verdad es que algunos eran impresionantes, por no decir inverosímiles.
Una mujer parecía estar al frente de la comitiva. Su aspecto altivo y dominante causaba un gran respecto a sus acompañantes. Decía llamarse Kinlaa y ser la hechicera más poderosa del universo. Cuando el que apodaban ‘el loco’ empezó a bailar a su alrededor regalándole flores y lisonjas, Kinlaa mudó su rostro pétreo y por un instante mostró su verdadero ser. Fue suficiente para que los ojos del ‘loco’ dejaran de brillar como un millón de estrellas por un momento, y estuvo callado y taciturno el resto del día (por primera vez en su vida).
¿Quien más viajaba por ese bosque? Un hombre alto y un chico joven que iban siempre juntos. El hombre vestía un traje de tipo clásico inglés, muy desgastado y con pajarita. Se podría decir que era un hombre gris todos los aspectos: su piel tenía ese color y su comportamiento rozaba el aburrimiento para sus compañeros. Sólo parecía en sintonía con él un chico joven que lo trataba con auténtica devoción y que no se separaba de su libro, de un azul casi eléctrico y ancho como una enciclopedia.
Otra pareja singular la conformaban una vieja y su hijo. La mujer era exactamente igual a cualquier representación clásica de una bruja mientras que su hijo parecía siempre observarla con miedo, al mismo tiempo que cualquier sonido del bosque le sobresaltaba y siempre andaba preguntando a los demás: ‘¿No oléis a incienso por aquí?’
No terminaban ahí las parejas curiosas de ese grupo. Una chica adolescente iba acompañada por un chico cuyo aspecto le produciría pesadillas al mismísimo Freddy Krueger. De su cuerpo surgían hierros oxidados que le atravesaban la cara pero sin sufrir ningún tipo de herida. Iba siempre pendiente de la chica, velándola y protegiéndola mientras ella seguía adelante con la mirada perdida en el infinito…
Una chica solitaria se les había unido recientemente. De aspecto ágil y decidido, llevaba un par de noches desapareciendo del grupo para regresar justo al amanecer. Algunos comentaban que esas noches habían escuchado unos aullidos como de lobo tan terribles que habían decidido montar guardia, incluso sabiendo que Noocto estaba con ellos. Curioso personaje este Noocto. Tiene un cuerpo alargado en extremo, una barba impenetrable y cara de estrella. Según parece es el encargado de hilar y velar los sueños de todo el mundo. Y es cierto que desde que se unió al grupo nadie ha tenido pesadillas y todos han soñado divertido.
Aún había dos acompañantes más, sólo que estos seguían su camino desde los cielos. Por el día era un globo azul el que los seguía desde la distancia mientras que por las noches una Sombra Blanca ocupaba su lugar. Nadie del grupo los conocía ni entendían porque no viajaban juntos. Quizá eran la misma cosa que se transformaba o bien se evitaban por alguna razón.
Llegaron a un claro del bosque y no se sorprendieron demasiado al encontrar allí un hombre sentado. El hombre se levantó al verlos llegar y preguntó:
- Buenos días. Mi nombre es Gelo. ¿Sois vosotros los que vais a contactar con Él?
- Así es – contestó Kinlaa, - ¿Vienes con nosotros? Si nos damos prisa llegaremos esta misma mañana.
- Ese es mi deseo, sí.
Y se levantó, desplegó un momento sus alas para desentumecerlas y se unió a la marcha. Pronto llegaron a un estanque de aguas cristalinas. Kinlaa detuvo el paso y se aproximó al borde del estanque. Hizo unos pases extraños con las manos y dijo:
- Yo Kinlaa, reina de toda criatura viviente, ¡te invoco!
En ese instante se formó un remolino en el centro del estanque y el agua se tornó de un color plata luminosa. Y como si de un espejo mágico se tratara todos pudieron ver a través de él a un extraño ser de color azul que los miraba contrariado con sus cinco ojos.
- ¿Quién osa molestar a la criatura Walas? – dijo con voz de ultratumba.
- Criatura Walas, hemos venido a que nos concedas un deseo.
- ¿Acaso creéis que soy el Mago de Oz?
- No conozco a ese Mago, aunque seguro que no me llega a la suela de los zapatos. Pero todos nosotros, incluido tú, debemos honrar a nuestra creadora, la Gran Demiurga Nayru. Hemos sabido que hoy es un día especial allá donde ella vive, pues conmemora el día en que cobró vida. Y ya que ella es la que nos dio la vida a nosotros y no tenemos la oportunidad de celebrar el momento en que eso ocurrió, hemos pensado en compartir su felicidad. Queremos que te comuniques con ella y se lo hagas saber.
- Mmm... Me parece justo. Conozco la Tierra y los ritos que allá practican, así que transmitiré un mensaje de ‘Feliz cumpleaños’.
- ¿Y yastá? ¿Eso es todo lo que le vas a decir?
- Bueno, está bien...
La criatura Walas meditó un instante atemporal, tomó entre sus extremidades una plancha de metal semitransparente perfectamente pulido y sacando un apéndice violáceo por su orificio bucal se puso a escribir: ‘Un grupo de lo más variopinto caminaba por el sendero de un bosque…’
¡¡¡ Feliz cumpleaños Nayru!!! Auténtica maga y demiurga de las letras pero lo que es más importante: una persona y amiga maravillosa. ¡Te quiero, jovencita!
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