No se como empezar, como decir como empezó todo, no como empezó en si, si no como lo empecé a recordar… A veces cuando algo nos sucede y es demasiado doloroso lo guardamos en el fondo, muy en el fondo, del sótano oscuro que es nuestro cerebro.

Cuando empecé a conocer a chicos me di cuenta que algo raro pasaba en mi, no sabía decir lo que era y pasaron años sin saber que me pasaba.

Había algo oculto en mi corazón, que no me dejaba abrirme que no me dejaba ser yo.

Más tarde, un día supe lo que era, pero me dio miedo y no se lo dije a nadie más que a la persona que se lo grité a la cara y tanto se sorprendió que dejó tirada en la calle y nunca más me volvió hablar.

Pasaron años arrastrando el dolor de los recuerdos perdidos, de los recuerdos que no sabía si eran recuerdos o pesadillas, años en los que me quería morir para no dudar más, para no saber, porque muchas veces es mejor no saber, engañarse a uno mismo como nos engaña la memoria cuando nos hace olvidar

Más tarde todo fue a peor, al descubrir que mis recuerdos podían nos ser míos, sino los de las mujeres de mis familia, mujeres que había por lo que peor que puede pasar una mujer, una hija. A veces me siento mal pensando, y “alegrándome” porque no fue a mi a quien le paso, les pasó a ellas, pero entonces me doy cuenta, “y como lo sabía”

No puedo olvidar mi miedo a la oscuridad, el asco a su roce, las nauseas como reacción al olor al vino tinto, las arcadas al olor de tabaco rancio.

Lo único que quiero es volver a olvidar, que mis recuerdos se vuelva a introducir en el sótano oscuro de mi cerebro, pero los recuerdos no actúan por nuestra voluntad ya tienen la suya propia