Recostado en un árbol se encontraba un joven mientras trataba de comprender cuál era su lugar en este mundo. Como todo muchacho de su edad era presa de esa energía que lo mantenía todo el tiempo en movimiento de un lado para otro, sin llevarlo a ningún lugar, y como es habitual en esa etapa, sin poder de manera alguna dirigir dicha fuerza hacia un objetivo concreto, lo cual era en definitiva aquello que contribuía en gran forma a alimentar esa sensación de vacío que se revolvía en su interior.
Mientras repasaba las actividades que en su vida le hacían sentir bien, su mirada recorría la copa del frondoso árbol. En eso estaba cuando se percató de que un pequeño pajarillo posado en una cercana rama, picoteaba alegremente una fruta con todas sus ganas. En cierto instante la mirada de ambos se encontró, y como por arte de magia el joven se sumergió en el mundo del avecilla, lo pudo sentir volando libre, sin propósitos ni expectativas, simplemente volando ayudado por el viento, lo vio caer en picada y elevarse súbitamente antes de tocar el suelo, como jugando con su suerte, lo vio posarse en la rama y alimentarse de las frutas que el árbol le ofrecía generosamente. ¡¡Cuán libre era el ave!!!, sin proyectos, sin ambiciones, sin más intención que ser la criatura que era, ¿por qué no podía Él ser igual de libre?, seguir el camino que le deparaba la vida, sin pre-ocupaciones, sin pre-conceptos, disfrutando de aquello que estaba allí para él. Extrañamente empezó a sentirse liviano, muy liviano, sintió que era pero no estaba, que el nudo se había desatado, se sintió como el ave con muchas ganas de empezar a volar.
Un golpe en la cabeza lo sacó del ensueño y lo despertó, aturdido y aún sin comprender lo que sucedía miró hacia el suelo y para su sorpresa vio una fruta, ésta había caído sobre su cabeza, al alzar la vista hacia lo alto del árbol pudo ver al mismo pajarillo que le miraba curioso y que aparentemente habría picoteado la fruta haciéndola caer sobre él, sin duda todo aquello había sido un hermoso sueño.
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