En mi país la castidad no tiene precio,
no tiene nombre,
en mi país la gente no vale
la pena
la pena, no valemos la gente,
el miedo, no valemos nada: hemos sido
recluídos en el ministerio
de relaciones trágicas,
de fines deshonestos,
de pánico,
de miedo.
[Yo no quiero tener miedo,
pero el miedo habita mi cordura descuartizada,
los hombres no me quieren,
porque soy patria desecha,
el pánico,
contra la música la modelo
de pechos curvos,
cetáceo el día nos ondula la cara,
la cara contraída,
rictus,
tristeza,
aprovecho la ola mojada de mí, de sangre con papeles
con sabor a chile, ese ají de otro país,
el payaso,
la rectitud,
el escrutinio idílico de la raza:
ni Jesús tuyo sufrió tanto la muerte de su amada]
Yo que tú miramos
todos en frente.
¿Qué veo a través de
la suciedad mojada?
[Veo al pobre con el cuerpo amarrado
a la trepanación de la industria,
la empresa nos chupa, nos bebe
el cuello,
y hasta ahora, ha sido inútil alejarme
del rostro.
Dejame, con la piel reseca en el pecho
que se hunde, deja que mi hermano reconozca
en mis besos la herida de
otros sabores amargos,
que mi amado reconozca en mis manos
el temor de sus propios brazos.
Mi cuerpo, que otrora fuera glorioso país,
ahora,
ahora,
¡ahora amado tengo tanto miedo de morir!] |