Todo el mundo espera a alguien,
un alguien silla, un alguien demonio,
y yo espero un alguien nada sentado en mi propia muerte,
acalambrado de tanto paso errante sin tu luz como guia.
Porque sí, tú eras mi farol, mi luciérnaga noctámbula,
eran tus ojos a quien seguía,
era en tu pelo musaraña donde quería perderme,
era tu abrazo mi puerto, tus besos mi nave,
era en tu piel donde buscaba el refugio.
Mi abrigo.
Yo no esperaba a nadie, solo esperaba sentado
con los ojos entrecerrados tatareando una canción,
las luces reflectantes ya no eran tu mirada,
el pasto de la plaza, las piedras.
El universo colapsa sabiéndote perdida y sola
la lluvia ya no es lluvia, son lágrimas,
las ramas de los árboles tantean la soledad,
el viento ya no trae tu olor, no trae tu aroma,
solo es viento, pausible y destructivo,
solo viento.
Alguna vez te esperé de pie hambriento de tu vida,
borracho de tu piel, sediento.
Te esperé en cada una de las estrellas, en cada ola del mar,
en las arenas,
esperaba encontrarte detrás de los manteles,
adentro de las copas,
en los armarios olvidados,
en mis recuerdos,
en los hechos, en el pasar del tiempo,
te esperé alguna vez, ya no espero,
solo me siento con mi alguien muerte
tatareando un réquiem,
pensándote,
guardándote,
muy adentro de mi. |