Lo cuidaba desde el año 1990 cuando tenía 7 años, lo halló mientras escarbaba en la tierra y jugaba.

Entonces era ruidoso y de color gris azulado.
Cuando lo encontró, aún entraba en una cajita de fósforo y podía trasladarse de un lugar a otro sin mucho esfuerzo. Pero luego fue cambiando de color y creciendo apresuradamente. Pasó de un azulado a un verde perico, y creció hasta no caber en una caja de zapatos.
Nunca nadie lo había visto más que él, por entonces; él pensó que no se vería bien que lo vieran con algo así, por eso se aseguró de guardarlo siempre en secreto.
Un lunes ya por el año 1997, lo encontró sobre la cama. Su cuerpo simétrico se extendía por debajo de la sabana y por entre la almohada, levantó unos hermosos ojos que se cerraban y abrían con cierta culpabilidad.
-Espero no la haya visto nadie- pensó, y acarició sus antenas con cierta ternura, y lo volvió a guardar en el cajón del ropero, esta vez su color era algo confuso, eran colores que no había visto nunca, y no se parecían al verde, al rojo o al azul.

Una noche lo halló tieso debajo de la cama, pensó que había muerto y se sintió triste, lo tocó y era como si tocara una piedra, aunque no estaba seguro de que una cosa así tuviera vida, trato de despertarlo. Después pudo darse cuenta que este también era un estado en el que a veces permanecía. Así esa noche decidió averiguar que era aquello. Lo primero que buscó fue su enciclopedia de minerales raros, pero no halló nada parecido, luego fue hasta su libro de botánica, tratando de encontrar una planta que se le pareciese, tampoco nada. Por último, buscó su libro de zoología pero el resultado fue el mismo. Así fue durante cuatro años tratando de averiguar que cosa era lo que tenía metido en el ropero y por que sentía esa obligación de ocultarlo y mantenerlo en secreto, y que era aquello que había aprendido a amar y a amarlo.

Hasta que llegó un día en el que ya no podía ocultarlo más, ya no cabía en el cajón del ropero, es mas, ya no cabía en el ropero, así que decidió llevarlo hasta el campo. Esa noche salió con él, lo llevaba con un cinto y lo deslizaba por las piedras, éstas quedaban plateadas a su paso. Después vio también que levitaba, y que tenía un brillo celestial que aclaraba la noche, entonces se sintió muy protegido y orgulloso de tenerlo.
Así llegaron hasta una cueva inmensa, muy pegado a un río. Aquí podrás beber tranquilamente, se dijo y se despidió, sin antes prometerle visitarlo todos los días, él inclinó un cuerpo inmenso y hermoso, y se fue caminando al fondo de la cueva.
Y así fue. Él visitaba la cueva diariamente, mientras investigaba, que origen tenía ese ser, ser por así llamarlo.
Un día ya en la universidad, mientras leía un libro de filosofía, halló un dibujo extraño, muy parecido a lo que él tenía oculto en la cueva y debajo del dibujo su nombre. Entonces fue fácil buscarlo en el diccionario. Y eureka, todo fue descubierto, allí estaba toda la descripción.
Él sonrió entusiasmado, cuatro páginas enteras leyendo todo sobre él, hasta le pareció jocoso que todos tuvieran uno en casa, sonrió pensando en lo irónico que le parecía haberlo ocultado tanto, y sin embargo ahí estaba, todos lo tenían.
Así que decidió contarle a sus padres que él también tenía uno.

Abrió la puerta de su casa, ansioso de contarlo todo. Y cuando quiso gritar su nombre. Lo vio a él, había bajado desde la cueva, tenía un arma en la mano y le disparó.