Sus ancestros corrieron por tan extenso territorio sin sentir jamás la presencia de límite, frontera o división alguna. Algunos de sus antepasados de hecho, acompañaron a Doroteo Arango y sus seguidores en sus gloriosas incursiones por el Norte; todas las generaciones posteriores los recordarían con orgullo.

Pero el tiempo se encarga de cambiar las cosas, hoy en día se siente la presencia de la línea divisoria y miles de perros entrenados para hacer daño, recorren la frontera.

Él saca provecho de su familiaridad con el extenso territorio, conociéndolo como la palma de su pata puede ir y venir entre los arenales, caminos de herradura y saguaros imperturbables sin ser descubierto por los perros o sus amos.

Este chacal siempre está ocupado: incontables pollos, liebres y monitos inquietos sueñan con cruzar la frontera. Todos ellos pagan lo que pida para ser introducidos al norte.

Sabe que su ocupación es peligrosa y por eso nunca cobra poco; ya que muy rara vez tuvo inconvenientes en su tarea, es conocido por todos y recomendado sin reservas.

Hay cientos de chacales haciendo lo mismo, los feroces perros del norte atrapan cada día a dos o tres de sus colegas con sus pollos y fauna migrante, pero siente que no será descubierto; pocos como él saben donde ocultarse y como distraer a sus perseguidores.

El trabajo los últimos años se ha hecho muy arriesgado –incluso para un experto- y sus tarifas necesariamente tuvieron que ser reajustadas. Esto ha hecho de nuestro chacal uno de los más afortunados, pues cobrando caro y demandado por muchos, el negocio es casi perfecto.

Interrogado sobre las razones que lo mantienen en tal vida riesgosa, el responde que se le hizo ya costumbre y no podría hacer otra cosa. Cuando le preguntan por qué no aprovecha y se queda en el norte a gozar el sueño capitalista, siempre responde:

“Los chacales no nos sentimos bien entre los cerdos”.

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