Quédate mujer…
Los labios del hombre liberan sus últimas palabras. Esas mismas palabras bastarán para retener a la princesa, piensa él. Si su cuerpo estatuario no se conmueve en esta hora verdadera, llegaré a ella por el camino de los muertos y me la llevaré a mi infierno retorciendo su muñeca de porcelana…
Pero mientras él habla ella se aleja de su cuerpo. Como si viese en él a un reptil ofensivo e injurioso. Entonces el hombre cambia de táctica y extiende su mano hacia ella:
No te vayas, sólo, …no te vayas adónde yo no pueda verte…
Tú, tú…¿qué eres? Se repite ella apretando su cabeza entre las manos. Está agazapada como un perro apaleado, quiere olvidar lo que acaba de oírle. Sólo es el sonido del viento, se repite con una sonrisa amarga ¿Porqué él habla tan prometedoramente si va a morirse? ¿porqué tanta palabrería si va a abandonarla? Si será el fin.
La muchacha levanta la cabeza. Él va a morirse, se dice, y la locura de esta batalla terminará para él. A él le apena dejar esta vida de maldades. A mí el ser abandonada de nuevo. Él ha estado a mis pies desde que le conocí. A mis pies. Y ahora que muere vuelve a estarlo.
Él está a mis pies siempre.
Muere, le dice ella. Está hablando al cuerpo tendido del hombre. La chica se ha levantado y la cabeza de él gira hasta tocar con la nariz el calcañal de ella. Lenta, muy lentamente.
La mujer nota la respiración pausada y lenta en su piel. Un aliento cálido que la hace temblar incontroladamente, desear cosas incontroladamente, obtener el mundo…incontroladamente. Amar, oh sí, debe ser eso. Debe ser retroceder en el tiempo.
Muere, vuelve a decir la fémina. Cuando lo dice tiembla y quiere gritarlo hasta desgarrarse, pero no de dolor sino de felicidad. Él va a morirse, va a pertenecerle a ella. Así lo ha decidido él y ella lo ha aceptado. Y no es momento de subterfugios. Ahora no.
Su cuerpo le exige que ría y se eche a llorar. Porque él es suyo a cambio de tan poca cosa. Ni siquiera ha obtenido el cuerpo de ella, pero ha sido un privilegiado. Y ella que lo sabe tiene esa cualidad de saborearlo igual que saborea su respiración mientras se hace más y más débil.
Muere por mí.
Ella paladea la muerte de él en su lengua. Él hincha sus pulmones con los últimos latidos de su corazón. Ella se pregunta ¿porqué me afectas? Estoy enamorada de otro y ese otro no es como tú, él es como una luz, amigable, tierno, tú, tú, tendría que existir una raza que te englobase a ti sólo. A ti solo.
No te vayas adónde yo no pueda verte…
No puedo decirlo. No quiero. Que eres malvado y que tus palabras sólo te condenarán aún más. Pues yo no puedo aceptarlas, porque amo disfrutar de placeres que a ti te asquean. Placeres que te resultan repugnantes, como lo son los tuyos para mí.
Un último golpe de aquella respiración chocó en su calcañal. Ella sintió como si le hubiesen seccionado el talón. Apretó los puños, sabiendo que ya no habría más.
Él había muerto.
Las lágrimas bajaron por la cara de la mujer como dos corrientes que jamás se encontrarían. Si había un mundo para unir las almas, ese mundo no era el del amor, eso lo tuvo claro.
Chilló apretando los pechos con las manos. Cayó como un árbol que se derrumba en medio de un bosque deforestado. Cayó chillando, devorando sus lágrimas y la comezón de su pecho. ¿Que no eras el más fuerte? ¿Que no ibas a vencer a todos? Tú, aquel en el que no pienso, al que no amo, al que no espero, ni deseo…muere por mí, muere por mí y yo te resucitaré para matar por ti…
Y desde el medio del bosque de la vida, ella regresó a su casa. Dónde podía mentirles a todos y hablarles de lo que querían escuchar de ella. Dónde era una chica cualquiera, enamorada de un chico cualquiera, con un futuro predecible y, un secreto inconfesable. Pero, al fin y al cabo, no tan difícil de adivinar ¿verdad?
|