Tal vez estaba un poco nervioso cuando escuchó ese pequeño ruido que quizá hubiera sido imperceptible de no ser el silencio que embargaba todo el ambiente de la casa, pero el hecho es que como nunca, sintió que sus mecanismos de defensa actuaban aceleradamente haciendo más perceptible su capacidad de alerta. Sus ojos se empezaron a preparar para mirar cualquier sombra que se acercara a él por mínima que sea, así como su olfato que sólo aspiraba el olor a incienso del palillo que prendió al llegar a la casona. El ruido del portazo le congeló la sangre y puso tranca a la puerta no sin antes echar un vistazo a la noche brumosa buscando divisar ese algo inesperado que aguardaba durante las últimas noches, que sabía ocurriría, aunque la sensación de inseguridad flotaba en su mente y en todo el ambiente, esperando, siempre esperando, martillando minuto a minuto su cerebro, conociendo lo ineluctable del proceso que justamente esta noche le parecía más cercano que nunca, como si aquello, se hubiera apiadado de sus angustias y quisiera despejar de una vez por todas sus temores y sería por eso que no sintió miedo cuando empezó a escuchar los pasos, al principio suaves como la de un niño caminando descalzo sobre un piso de madera de un segundo piso, con un leve chirriar, hasta hacerse cada vez más fuertes y plurales, que hasta ella lo sintió, cuando desde la otra habitación preguntó con su voz agónica:
-¿ Ya llegó…?
-Si vieja, ya llegó- le contestó con la mirada.
Resignada cerró los ojos hundidos invadiendo su rostro la palidez de los cadáveres.
Tendría que esperar hasta que amaneciera para la partida de defunción. Afuera el viento soplaba en los desiertos parajes que rodeaban la casa. No lloró. No sabía porqué, pero no lloró.Cubrió el cuerpo con una frazada y prendió el último cigarrillo que le quedaba y que tantas veces el medicó se lo prohibió. De pronto dejó de sentir el viento transformándose el ambiente en un silencio insoportable; Justo en el momento que le asediaba el dolor en el brazo izquierdo y una opresión pesada en el pecho, sintió pasos, al principio suaves como un niño caminando descalzo sobre un piso de madera de un segundo piso…
|