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No soy de esos que se enamoran de forma irracional.

Siempre me río de mis amigos cuando se emparejan. Mi broma habitual es: ¿Qué, ya ha habido petición de mano? Además de "soltar" los tópicos típicos de “te has ahorcado tu sólo”, “ya no eres el mismo con los colegas”, o “total para lo que es, que manera de complicarse la vida”.

No soy de esos… ¿No soy de esos?... No era de esos…

¿Qué me ha hecho esta niña? Es poquita cosa. Somos el punto y la i. Nada por delante. Nada por detrás. Pero su cara… Su cara… Que belleza… Esos ojos verdes… Ese pelo negro ensortijado… Sus finos labios…Su forma de hablar, de andar, de mirar, de sonreír, de bailar, de vestir… Pero, ¿que me pasa? Estoy completamente enamorado.

Y por eso estoy aquí. Bajo su ventana, en invierno, con un frío terrible, y empapado por la lluvia. Mirando la luz de su habitación como un tonto, esperando ver su silueta, y que quizá me vea, se asome y me invite a subir.

¿Por qué no me atrevo a decírselo? ¿Por qué seré tan lelo? ¿Por qué me pesa más qué pensarán mis amigos, que lo que siento, que este deseo de tenerla en mis brazos, de quererla, de besarla, de amarla para siempre?

¿Por qué nunca se lo dije? La veo pasear, cargada de hijos, casada con alguien que sin duda no la merece, y con cara de Mamá plenamente infeliz y resignada a su suerte.

Que distinto hubiera sido si hubiéramos estado juntos… Aquella tarde en el parque… Solos… Deslicé la mano sobre la suya, la miré y… Nada. No dije nada. Ella se quedó esperando, pronunció mi nombre de forma interrogativa, articulando lo que casi era una petición, y nada, no pronuncié palabra. ¿Por qué no dije nada?

Quizá todavía pueda remediarlo. Se donde vive. Aunque hayan pasado tantos años. Iré a su casa, y hablaré con ella tranquilamente, como dos buenos amigos que se reencuentran. Y la diré lo que siento… Lo que he sentido durante todo este tiempo. Seguro que aún es posible.

Y al tocar el timbre, me abrió la puerta un Apolo de veinte años, con el pelo rubio engominado y de punta, afeitadísimo, la viva imagen de la belleza casi aún adolescente. Ah, y en calzoncillos, de Calvin Klein. Al fondo del pasillo, estaba ella, en bragas y camiseta, sudada, ojerosa ¿Qué quieres, tío?, me dijo el jovencito.

Salude, sin articular palabra, me di la vuelta, y me fui, con una terrible sensación de haber hecho, de nuevo, el ridículo.

Alguien me besa en la frente… Sé que eres tú… Perdóname por no haber sido valiente… Perdóname por no poder abrir los ojos para verte…

...Una lágrima resbaló por su mejilla… Y cerró los ojos.

No, no era ella.

Texto agregado el 16-09-2010, y leído por 113 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-09-2010 Diría que debes dejar tus miedos y complejos. Generalmente en el medio que crecemos eso adoptamos, perodebemos liberarnos para ser felices y no hacer infelices a otros. Como cuento...No veo nada. SAMBO
16-09-2010 Muy bueno, sólo que a veces suceden estas cosas y son duras de soportar. Filiberto
16-09-2010 Vaya... todo un compendio de oportunidades perdidas, con un golpe final cruel, o quizá merecido. Más vale pasar un minuto colorado que amarillo el resto de nuestra vida. Muy buen trabajo. walas
 
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