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Inicio / Cuenteros Locales / gonzalost / Broken Mind - Parte 3

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El sonido era cada vez peor. Cada milésima de segundo se hacía más intenso y redundaba en sus oídos casi en calidad de tortura. Tapó sus orejas para menguar el tormento pero era en vano. Era intolerante, ineludible. se volvió una molestia constante, como cuando una espina te penetra la piel y no puedes deshacerte de ella. La sangre comenzaba a bombearle las sienes, queriendo escapar. Su mente, ya colapsada, permanecía en estado vegetal, inerte. Sus ojos se voltearon mostrándose completamente blancos. Su cuerpo cortado comenzó a dar saltos exagerados casi convulsionando. Perdió la conciencia por unos segundos.
Al volver en sí, miró a su alrededor y se encontró con un par de sorpresas macabras. Notó que esta vez yacía semidesnuda en el piso. Pudo reconocer parte de sus vestimentas tiradas y esparcidas por la habitación completamente rasgada y hecha hilachas. Lo que más retuvo en la retina fueron sus cabellos puestos tiernamente sobre un montículo de ropaje. Exasperadamente puso ambas manos sobre su cabeza para asegurarse que no estaba calva. No lo estaba. Los rasguños en sus muslos despertaron y comenzar a arder. Aquella sensación la llevó a su niñez para recordarle cuando solía correr por los prados y llegaba a su casa con heridas en las piernas por las ramas que rozaban deliberadamente. Ese ardor que suele lastimar después de unos minutos.
Todo lo que Sandy conocía o asumía como realidad se tornó incoherente y fuera de juicio. Nada pero absolutamente nada tenía sentido a estas alturas. No podía reconocer qué era en realidad vivir. Sus pensamientos oscilaban entre la cordura y la locura. Pestañeó fuerte y mantuvo los párpados presionados intentando apaciguar su discernimiento pero en ese momento observaba miles de hojas rasgándose indiscriminadamente por todo el cuarto. Se percató recién de la humedad que emanaba desde el piso y de la incongruente inestabilidad del piso. Puso sus palmas en el suelo y asimiló la textura acuosa con fango. Lo había por todos lados.
Las murallas comenzaron a incendiarse de repente. Fuese real o no, la piel comenzó a arderle. Quienquiera o lo que fuese quién provocaba aquel tortuoso ruido se encontraba muy cerca. Desde allí podía oír el aliento entrecortado que producía, como un perro jadeando.
Después de unos instantes, sus oídos comenzaron a acostumbrarse al martirio. Su cuerpo se dio por vencido frente a la morbosidad excesiva que sufría. En mismo momento, el martilleo cesó el eco. Abrió los ojos paulatinamente y se encontró con la habitación vuelta a la normalidad. En la cabeza de Sandy no había espacio para muecas de fulgor ni celebraciones así que ni siquiera se percató que no había nada destrozado, no había mensajes en las murallas y cada mueble ocupaba el espacio que debía. Tampoco captó que seguía en paños menores y que todo había vuelto a la realidad por excepción su ropa hecha añicos y un par de mechones de su propia cabellera sobre los montones de hilachas.
Su cerebro seguía funcionando independiente. Hizo relajar todos los músculos en son de paz y obligándose a creer que todo había pasado. Pero no.
Se levantó haciendo caso omiso al titubeo de sus piernas. Su sentido común no lograba aún hacer cohesión con la realidad creando psicosomatismo de desorientación haciéndole perder el equilibrio de vez en cuando.
Con excesivo esfuerzo, trató de llegar al teléfono aún creyendo que se trataba de una mala jugarreta, un asalto o un psicópata obsesionado con ella. Como todo había vuelto a la normalidad, no había fragmentos de vidrio por todos lados pero avanzaba con mucha cautela, no quería arriesgarse. Con su mano izquierda iba apoyándose en el muro y con la derecha pretendía no perder el equilibrio. En ese momento, el miedo se había disipado pero sus sentidos seguían alerta frente a cualquier eventualidad que no fuese provocado por ella misma. Al llegar a su destino, levantó el auricular y ni siquiera se oía el mensaje de ocupado, la línea se encontraba totalmente muerta. Se quedó allí unos cuantos minutos, pero no estupefacta ya nada le sorprendía. No se podía distinguir ninguna mueca en su rostro, era plano. Permaneció pasmada unos segundo como si esperase que la línea reviviera o algo y entonces pensó en algo que debió haber hecho desde un principio. Correr. Una sonrisa desafiante se prendió en sus labios. Dio el primer paso con cautela, luego el otro y el siguiente, cada vez aumentaba el ritmo hacia la puerta. La adrenalina comenzó a bombearle sangre por todo el cuerpo. Entregó su cuerpo al vigor que se apoderó de su cuerpo. Como si se tratase de una meta, sus músculos se tensaron justo antes de abrir la sagrada compuerta hacia la cordura.
Giró la perilla, mirando el suelo. Levantó sus ojos para fijar lo que iba a ser su ruta de escape pero sus pupilas se dilataron tan rápido frente a lo que vio que estuvo a punto de desmoronarse.

Texto agregado el 16-09-2010, y leído por 91 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-10-2010 Me he perdido de mucho, mis felicitaciones, siempre en mí una fiel lectora Gonzalo. Gracias por tu imaginación. pintorella
15-10-2010 io tiene razón en cada palabra, pero me ha gustado bastante deimos
17-09-2010 Descubrí este texto tuyo, leí los anteriores. Invita a seguir leyéndola, es atrapante. Pero noto que -una crítica constructiva- donde escribiste: "creando psicosomatismo de desorientación" quizás sería mejor Padecía psicosomatismo de desorientación", es cuidar la elección de palabras simplemente en algunas frases para que tenga mas sentido. SerKi
17-09-2010 Tienes tu merito porque has trabajdo en cada frase para poder dar esa sensacion de panico por parte de la protagonista. Tal vez sean imagenes recurridas hasta la saciedad en otros libros del genero, y en peliculas, tal vez, pero nada es nuevo ya. En este tercer capitulo veo que has corrido mas que en los previos y hay algunas construcciones de frases que podrias mejorar. Y bueno, veremos que ha encontrado tras la puerta. Es muy visual la manera de contar, capta los sentidos. Sigue... iolanthe
 
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