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¿LA AMISTAD O LA FAMILIA?
El semblante afligido de Edilberto ya no tenía el fulgor de los años de juventud, la moral de este hombre !hay señor! se encontraba por debajo de los suelos. Le resultó difícil envejecer de ese modo, sabiendo que sus fuerzas estaban a punto de colapsar antes de tiempo. ¿A donde quedó su buen porte y la sonrisa de su rostro festivo?
Durante los años de adultéz, su corazón mendigaba un rayito de esperanza que no lo pudo encontrar en la tierra en que nació. Sentirse rechazado a esa edad, era una de las cruces más pesadas que un hombre podía llevar consigo y él no estaba dispuesto a darse por vencido. Solo quería probar su fortaleza, estaba seguro que ese momento tenía que llegar. !Habría de venir a su vida una señal que lo levantara de su marasmo!.
Ese miércoles de ceniza, cuando caminaba tranquilo a lo largo del rio Rímac, con el dibujo de la cruz que el sacerdote trazó en su frente, tomó la decisión que marcaría su vida del rayito de esperaza que tanto estaba esperando. Pronto se alejaría de todo y de todos. Su espíritu se reveló contra los tormentos que lo rodeaban.
No esperó un solo día; sacó los ahorros del banco y arribó como buen aventurero a las lejanas tierras del norte, donde sus amigos le habían aconsejado que pisara "porque venir aquí cambiará tu vida, hermanito, ya lo verás". Se dejó llevar por las oportunas sugerencias que le venían desde San Francisco, no se despidió de nadie, estaba resentido con su familia, con la sociedad, con quienes le negaron la oportunidad de tener un trabajo, que seguramente hubiera cambiado su vida totalmente.
Todos lo rechazaban porque los años lo habían convertido en un "viejo inútil que no produce"; "que va de tumbo en tumbo porque lo sacan de todos los trabajos”; “ya no rinde el pobre viejo"; por eso, la vida se le hizo insoportable y se vino como polizonte en un crucero que ese fin de semana estuvo anclado en el puerto del Callao con cientos de turistas y millonarios que miraban la vida con ojos de placer.
Anito y Gumer lo esperaban ansiosos en ese cuartucho confinado en aquel sótano semi oscuro de solo dos habitaciones, para compartirlo con el amigo de infancia que estaba a punto de llegar. Lo habían alquilado porque la renta era casi un regalo; estaba ubicado a solo una cuadra de la estación del tren. Ambos se levantaban el ánimo diciéndose mutuamente que vivir en San Francisco era cosa de valientes. Ahora serían tres mosqueteros que lucharían valerosamente contra una sola adversidad. !Ellos tenían que ganar!.
El día en que Edilberto apareció con su pequeña alforja de ropa, sus amigos se sorprendieron de verlo tan acabado. Sus cabellos eran hilachas platinadas, su rostro era un moño de arrugas estampadas en su frente morena. Ellos estaban allí para alentarlo y así lo hicieron.
-La vida no te ha dado el trato que merecías, Edilberto. Mañana mismo iremos a buscar un trabajito para tí, para que hagas algo, aunque sea contar clavos o doblar medias. Parece mentira que hasta el final de tu estadía, esas lenguas perversas te hayan carcomido sin piedad. No eres viejo, hombre. Sólo pareces. Aquí será diferente, por ahora descansa, mas tarde iremos a comprarte ropa y cenaremos para que te liberes de tanta amargura.
Sus días en esa nueva etapa de su vida fueron progresivamente intensos. Su rutina empezaba a partir de las cinco de la madrugada en que tenía que estar parado en la puerta de la agencia de empleos esperando a la movilidad que lo llevase a la fábrica de calzado, a una hora de distancia. Lo que primero le llamó la atención fue encontrar a otros igualmente mayorcitos como él, todos con base sesenta, trabajando como la cosa mas natural del mundo. A ninguno lo hacían sentirse viejo.
- !Así cualquiera! –decía Edilberto con admiración-.
Mientras sus compañeros se quejaban “por el trabajo duro que hacemos compañerito, casi explotador, y todo para ganar solo el mínimo, qué injusto es todo esto caray”, él se decía a sí mismo que la vida le estaba dando la oportunidad que nunca pensó tener en sus manos. Se sentía útil, le ponía ganas a todo lo que hacía y, -lo mejor-, nunca, nunca se quejaba. Cuánto mas trabajo le recargaban, él se esmeraba mas, doblegando sus fuerzas para no dejar nada pendiente para el siguiente día. Podíia quedarse toda la madrugada si se lo pedían o dormir solo unas horitas, sobre su colchón y al costadito de aquella ruidosa máquinaria, para no perder tiempo en ir y venir hasta su casa.
Cada viernes era una fiesta para él, era el día en que recibía su cheque. Luego de pagar sus gastos elementales, los fines de semana la pasaba en compañía de Anito y Gunter, a quienes consideraba su única familia. Convivir con ellos le permitió despertar un sentimiento solidario y fraterno, algo muy extraño para él, luego de vivir tantos años con el rechazo e indiferencia de su propia familia, incluyendo a sus hijos, esposa y suegros.
Su rostro empezó a cambiar, ahora lucía más terso, las arrugas se le desvanecieron por arte de magia y sus cabellos parecían unos canutos plateados que mas bien le daban encanto y distinción a su persona. Era otro hombre, muy diferente al Edilberto que vino con el ánimo tan alicaído como las hojas secas de una maceta. Nadie de su tierra lo hubiera reconocido. Lo único que mantenía firme era su voz altisonante, con un sonido vigoroso como el de una trompeta.
Fue una noche tibiecita de un verano incipiente, donde todos se encontraban en casa, relajados por el cansancio del día, en que Anito contestó el teléfono.
-¿Me pasas con Edilberto?. Soy Tertulia, su esposa.
-Enseguida lo llamo, espere un minuto.
Edilberto se extrañó de recibir la llamada de su esposa. Ella lo llamaba de vez en cuando, generalmente a fines de mes, sólo para hacerle recordar el envío del dinero.
-Qué raro, -se extrañó Edilberto levantando sus cejas plateadas- si fue ayer que le mandé su giro por una fuerte suma. ¿Será que quiere mas dinero, todavía?.
-Qué bueno encontrarte, Edilberto. Te adelanto que este domingo estoy llegando a pasar una temporada a los unates, aprovechando el verano. Alquilé el segundo piso de la casa; ese dinero nos alcanzó para comprar los pasajes. A ver si nos haces un espacio para quedarnos un mes.
Aparte del incómodo que ello sería para sus amigos, se sentía consternado. Como siempre, habían tomado una decisión sin consultarle, pensando en que seguía siendo el mismo vejete al que se le podia manipular por estar cabizbajo y en la última lona.
Tertulia y sus hijos planearon ese viaje con muchos meses de anticipación.
-Tenemos que caerle de sorpresa para que no tenga tiempo de negarse a recibirnos, -les decía a sus hijos, influenciando sobre ellos para que no la contradijeran en el buen proyecto que tenía en mente-.
-Ahora nuestro padre goza de una situación envidiable, tiene un nivel de vida decoroso, pronto se mudará a una casa más grande a las afueras de la ciudad. ¿Quién no quisiera estar a su lado y recibir su apoyo?. Para eso están los padres, para ayudarnos y darnos la mano en nuestros proyectos. La idea de ir es verdaderamente estupenda, chicos.
Esos días de extraña convivencia con sus hijos y esposa, Edilberto sintió que el fuego rencoroso de su mirada se había desvanecido. Conforme pasaron las semanas, sus hijos empezaron a sentir, inevitablemente, una especie de admiración hacia el padre que tanto habían humillado en el pasado.
Tertulia siempre iba en la delantera del auto, mirando con asombro los bellos lugares que Edilberto le enseñaba como buen guía de la ciudad.
-Te cuento abuelo que papá nos invita a restaurantes de lujo, donde la gente tiene que reservar su mesa, tocan piano y hay velitas por todo lado. El domingo pasado fuimos a recorrer el Golden Gate, luego fuimos al barrio chino donde te hemos comprado ropa y las gafas de marca que nos encargaste, ¿lo recuerdas?.
Estando ya por acercarse el día en que Tertulia y sus hijos tenían que regresar, ella misma se encargaría de decirle a su esposo la verdadera razón del viaje. El destino, sin embargo, le jugó una travesura.
Ella y los chicos no tuvieron idea que esas semanas, estando cerca a ese hombre generoso, terminarían por admirarlo y quererlo como nunca antes lo habían hecho.
-No nos iremos. He pensado en quedarme para mejorar el futuro de nuestros hijos. Te necesitan. Yo también te necesito Edilberto, eres el apoyo que me ha faltado durante estos años, lo reconozco muy bien. Me arrepiento de las imprudencias y malos ratos que te hice pasar cuando estabas a mi lado.
Al enfrentarse con esta otra realidad no prevista en sus planes, Edilberto tuvo necesidad de encontrarse con el placentero sonido de las olas del mar para sentir y descifrar el lenguaje misterioso de la naturaleza en sus oídos. Era el lugar adecuado para pensar en su vida familiar. Finalmente, tomó una decision, rogando al cielo que fuera la más justa, para bien de sí mismo y de los que estaban estrechamente involucrados con su vida.
En esa semana, estaría a punto de mudarse a la nueva casa ubicada en la encantadora colina de donde se divisaba todo San Francisco. El sótano oscuro, cercano al tren, pronto quedaría solamente ocupado por Anito y Gumer. Sus amigos volverían a quedarse solos, como al principio cuando hace siete años le dieron la bienvenida a "ese vejete alicaído que era yo en ese tiempo".
Se miró al espejo. No era el de antes, su cambio era notorio, estaba liberado de todo mal sentimiento. Ya no mas rencores. Ya no mas insultos. Ya no mas atropellos a su dignidad. Estaba tan firme como un soldado en su cuartel.
Esa mansión fue habitada por Tertulia. Sus hijos se regocijaron de tener por primera vez su propio cuarto y gozar de las comodidades que no tuvieron en su país. Lo tuvieron todo, gracias al desprendimiento de su padre. Estudios, casa, carros, ropa; todo, menos la presencia del ser al que habían humillado en el pasado. Total, para eso habían ido a San Francisco, ¿no?.
Edilberto eligió seguir al lado de sus incondicionales amigos, no podia prescindir de su presencia, de su calor, de aquel impulso invisible que lo empujaba a tener valor ante la vida. A pesar del rechazo que durante sus años de vejez recibió de su propia familia, rogaba encontrar el justo lugar para no dejar de lado a su familia. No quería llevar pesos de conciencia sobre sus hombros, tenía que seguir protegiendo a su familia, solo desde lejos.
¿Cómo no reconocer que sus amigos fueron los primeros y los unicos que le dieron lo más preciado que tenían y todavía, en el momento mas oportuno de su vida?. Gracias a ellos volvió a renacer en él su amor a la vida, la dicha de sentirse útil a pesar de su madurez y un amor incondicional hacia esos dos mosqueteros, que seguía incólume desde los lejanos tiempos de infancia. El tiempo no alteró ese cariño, más bien lo había fortalecido como una peña macisa e incorrupible.
Gumer, Anito y Edilberto, los tres mosqueteros, se fueron a vivir tranquilos a una casa con tres dormitorios, tres baños y un solo corazón, al lado de un Océano que rugía de gusto por ser testigo de una Amistad sin límites.
Se agradeció por haber tomado la mejor decisión.
Estaba feliz por la señal que advirtió aquel remoto miércoles de ceniza cuando caminaba al borde del rio Rimac.
Ahora se le presentaba nuevamente la oportunidad de elegir. No apostó por su familia porque no era lo prioritario en su vida, solo tuvo que elegir por aquello que para él tenía un valor incomparable, optó !por una amistad sin límites!,




Texto agregado el 16-09-2010, y leído por 441 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
04-10-2010 Me gusta tu pluma, la tenía pendiente hace tiempo, fluyes con naturalidad y tu narrativa lleva pinceladas de prosa, un delicado aroma a prsa y talento. El espíritu del escritor debe reflejarse no sólo en sus pensamientos particulares sino tambien en lo que le quiere dejar al lector y veo, puro talento. Y es más meritorio que leas poesía. Gracias por eso. maria_eleonor
30-09-2010 precioso.. tienes un talento muy bien provisto. te dejo mis eternas supernovas. el_mesiaz
26-09-2010 Escribes con la belleza del alma***** 021259
25-09-2010 Se lo merecía el pobre hombre, después de tanto sufrir, se le abrieron las puertas de la felicidad. Muy buena tu narración. ********** tequendama
25-09-2010 Una historia de vida , donde uno puede ver muchos matices de comportamiento humano que despiertan sentimientos muy encontrados .Y en éso, el vegete, acrisolando sólidas virtudes . Me gustan tus historias , porque tienen mucho de veneno y miel . Gracias . Mi saludo negrate
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