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Aquella mañana no se encontraba demasiado bien.
No sentía la energía que la había acompañado siempre, algo en su interior estaba demasiado relajado, la invadía una especie de paz un tanto extraña, como un halo de calma inquieta que precede a un cataclismo.
De repente el chorro de agua tibia sobre su cuero cabelludo mezclado con un olor penetrante y agradable la sacó de su ensimismamiento, ni si quiera notaba ya el entumecimiento de sus cervicales apoyados sobre aquel lava cabezas incomodo, que parecía separarle la suya del cuerpo.
Las manos de la profesional se deslizaban con tanta habilidad y sutileza que parecía flotar sobre aquella especie de nubes que fabricaba la espuma del champú en contacto con su pelo.
Recordó en aquellos momentos, innumerables aspectos transcurridos de su vida, todo le parecía increíblemente lejano y a la vez...ayer. Siempre había sido una mujer demasiado complicada para la vida sencilla que llevaba, nunca supo encajar sus dos maneras de vivir, sabia por una parte que no había hecho meritos para tener su propia estrella y al mismo tiempo se negaba a renunciar a ella.
Aquellos encontronazos de rebelión consigo misma no la habían dejado disfrutar de todo cuanto la vida había puesto entre sus manos.
Se ahogaba en su propio espacio y deseaba con toda su alma respirar fuera de su propio cascaron. Así fue como se inventaba una y otra vez una vida ficticia dentro de su imaginación, algo a lo que agarrase, para sacarla de la tremenda melancolía que le producía vivir. El papel de una protagonista más bien propia de un circo que de película de la gran pantalla.
Se vio así misma ridícula ante su propia situación absurda, vio su cuerpo recostado sobre la silla apoyada sobre el lava cabezas, con los ojos cerrados, mojado su cabello como un pajarillo débil en mitad de la lluvia, patética, asustada de sí misma.
Fue entonces cuando como muy lejanos escucho gritos.
Todo a su alrededor giraba de forma inesperada, se veía en otra dimensión. Entre el suelo y el techo del pequeño establecimiento. y todo parecía diminuto visto desde esa perspectiva. Aquellos chillidos desgarradores la descolocaban y la sumían en un desconcierto total.
Algo, alguien a su alrededor despavorido pedía auxilio desesperadamente y ella no podía hacer nada para impedirlo, ni siquiera sabía que era lo que producía aquella situación. Estaba aletargada.
Desde aquella paradoja historieta contemplo asustada la extraña figura inmóvil de una mujer que parecía dormida. Todo el mundo a su alrededor intentaba despertarla, un despliegue de sanitarios se hizo hueco entre las clientas del salón.
Mascarillas, palas de choque que producían descargar sobre su corazón, pero todo era inútil, nadie respondía ya en aquel cuerpo.
Estoy aquí gritaba ella también desesperada, pero nadie parecía oírla, todos estaban volcados sobre la mujer que yacía inerte
Porque nadie me hace caso? Heyy ¡! chilló de nuevo, sin embargo
Su voz era tan muda, como el silencio, no había eco porque no había sonido. Pasaron unas horas, hasta que pudo darse cuenta. Cuando se llevaron a la mujer ausente. Fue su propio cuerpo el que vio salir inerte envuelto en un sudario blanco, se llevaban el envoltorio, el cascaron de su vida se llevaban la figura, la presencia, se llevaron el movimiento, la voz. El cofre que guardaba su alma. Se quedaba la libertad, la serenidad y la paz que sin duda merecía.
Viajaría sin duda hacia su estrella, la que nunca supo que tenia ahora brillaba con luz propia, por fin podría descans

Texto agregado el 13-09-2010, y leído por 104 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-09-2010 Buen texto. firpo
 
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