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Cuando llegaron al camino rojo, ella se vio como una adolescente acostada entre la alfombra de hojas mirando las nubes en su carrera hacia las montañas. Él en cambio sólo vio un camino de piedras volcánicas acolchado por hojas ocres. Unas ardillas retozonas que iban y venían por los senderos leñosos de aquel bosque de Eucaliptos. Al caminar ella conserva el paso de una mujer consciente de su atractivo. Por lo que pareciera que danza sobre las hojas, él en cambio cada vez que marcha rompe el silencio y deja un barrido de hojas dispersas. Con una voz sonora le dice:

— ¿Qué hemos hecho amiga? Cuando despierto preparo dos desayunos, pensando que uno será para ti.
— ¡Joder! tú no eras para mi, ni yo para ti. Tú querías un sueño y yo estaba lejos de ser eso.
— En mi sueño, nunca me gustó ser la mitad. O soy uno o soy cero y deseaba que camináramos como uno solo. Esposos ante la sociedad y ante Dios. Como lo fueron mis padres, mis abuelos.
— Tú deseabas una mujer que te siguiera y yo tengo sangre nómada.
— Hubiese deseado en el invierno leerte mis poetas preferidos bajo el calor de una chimenea.
— Es tierno; mas no me llena, porque no sé qué sucede fuera de mi casa, tú sabes que crecí con poco pan y mucho frío.
— Pero, nos amábamos
— Cierto, te lo hice saber. Fue un instante que la alegría de tenerte rompió en ola y sofoque un momento mis deseos de fuga. Dios cómo te tardaste; cuando te decidiste, sólo quedaba el esqueleto de la espuma sobre la arena.
— Me ofusqué. Después te propuse matrimonio y me rechazaste.
— Cuando te dije era el momento, ¡me había ilusionado! Todo tiene su tiempo.
— Creo, tuviste miedo
— Es posible, me vuelvo una mujer muy frágil cuando amo. Regresemos, el frío empieza a calar, el aire muerde mis huesos.
— Pero, ¡vivimos juntos!
— Querrás decir en el mismo edificio, las normas no permiten que nos juntemos si no estamos casados. Este asilo es muy estricto.
La noche es fría para ambos, pero ella acude a sus recuerdos para no ser agrietada y él, piensa bajo los cobertores con el perfume de ella y la recuerda joven , alegre y, dispuesta a seguir sin importarle los escollos. Aquella tarde en que había dispuesto ir tras ella, no quiso hacerlo y cuando le propuso matrimonio a su regreso, ella simplemente le dijo que no. Balbuceo: ya es tarde.

Texto agregado el 13-09-2010, y leído por 447 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
21-09-2010 Extraña pareja, buen cuento. ******** cartonlleno
16-09-2010 La tipología psicológica tanto del hombre como de la mujer, no sé si están dibujadas así a conciencia. El hombre: realista, posesivo. La mujer: corretera ("nómada"), "frágil". Y en estos tiempos que corren había que preguntarse, si en esta relación de supuesta igualdad entre el hombre y la mujer, es esta última la que siempre "decide", como ocurre en este tu relato La Decisión. azulada
16-09-2010 Excelente cuento. Aunque en la realidad nunca es tarde para empezar. El amor rejuvenece. ¿No es así? Un abrazo inmenso. flop
15-09-2010 Este recorrido aumentó mi sensación termica, corrí en busca de cobertor, para seguir adelante, pero, así y todo, en el asil:cuánta frialdad. azucenami
14-09-2010 Un relato precioso, que emociona. Habla bien de vos. Un beso.***** MujerDiosa
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