HOTEL DE INMIGRANTES



¿En qué nuevo idioma anda mi voz
buscando el sentido perdido allá en la nieve?
El nudo en mi garganta nada dice
ni el nudo ni la garganta me pertenecen
sólo el dolor universal que arrastro y quiero trascender
en el humus del descubrimiento.

-¡América ...!

Me atrae el salvajismo brutal de su extensa geografía
y me incita a buscar en el opuesto la paz que necesito.
Imparables van las corrientes platinadas del gran río
con su verde intriga de camalotes.

Ajenos son los vientos de estos muelles
donde amarran barcos con vapores lejanos
que se confunden en un todo abarcativo.

Me siento un bostezo deshubicado
entre baúles y pájaros que desarmaron sus nidos.

Afuera está lloviendo.
Llueve seguido en la humedad de mis ideas.
Se mojan los que tienen un destino
y yo me desvisto de mi ropa seca
sin apuro de ver caer la última gota, ni la primera.

¿Se dará aquí mi último presagio y mi sepultura...?
¿Será este aire austral el motor de mi descendencia...?
Intuyo que sí
un colibrí deja ver su alboroto de colores.

Lejos quedaron, cerca por siempre
los pañuelos llameantes
en su danza de adioses, espumas y significados.
Y yo me fundo, me constituyo, me invento
por necesidad y utopía en las puertas de este Hotel generoso
con documentos sin enmendaduras
hacia una nueva sangre
que llega y se ofrece respirando en mi boca exhausta.