No la busco nunca. Vio pasar la vida Para reencontrarla Montando en la brisa. Nunca la llamo. Aunque la sentía, Espero paciente Que ella apareciera En aquella tarde. No salió a buscarla. Y la encontró un día, Paseando en las sombras Con luz de su risa. No dijo palabras. Y cuando, al final, Decidió buscarla, la encontró radiante pero ya era tarde. Y así desde entonces, Su alma y su cuerpo La siguen sin tregua Montando en el viento. Porque cuando dijo Lo que no le dijo Se metió en su alma Y, allí, halló cobijo. Porque desde el día Que miro a sus ojos Se rompió su orgullo Y volvió a ser niño.
Texto agregado el 10-09-2010, y leído por 126 visitantes. (1 voto)