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Se habia levantado viento, agitando los cardales y para mi pesar la estancia del viejo Bowles, "La Diosa Blanca", aun estaba distante...
Como todos los sábados ensillaba la "negrita" y con la excusa de ser el cura del pueblo, me acercaba hasta los campos más remotos para enterarme de las necesidades de los mas desprotegidos. Pero esa tarde una mala noticia me desvio de mi camino.
"Don Bowles cayó del caballo, esta muy malo" decia la nota firmada por su capataz Anselmo. La sola idea de visitar la Diosa Blanca me hacian dudar de mi empresa. Conocido es en la region que esas tierras fueron refugio y comedero de un lobo-hombre o lobizón. Habian pasado mas de diez años de el último ataque pero el miedo aun estaba fresco. Los centenarios arboles testigos quien sabe de que cosa se arremolinaban de forma siniestra alterando mis sentidos. Faltando un par de leguas mi vieja mula se nego a dar un paso mas. No podía culparla. Tome lo indispensable y sin otras armas que mi Biblia y un crucifijo me adentre en lo desconocido.
Mas luego apareció frente a mi una casona colonial desprovista de vegetacion a su alrededor. Anselmo me salio al encuentro. Note que las piezas de los peones asi como la del capataz estaban enrejadas y carecian de ventanas.
__Pase padre. Don Bowles lo esta esperando__ Dijo Anselmo. Al entrar no me fue dificil encontrar su habitacion, puesto que era la única iluminada por la tenue luz de una vela. La noche estaba al caer y los pesados cortinados acentuaban la penumbra.
__Don bowles__ Le susurre al oído.
El viejo entreabrió los ojos.
__Llega tarde...__ murmuro.
__Por el poder encomendado en mi te libero de todo pecado__dije persignando su alma.
Entonces ocurrio lo inesperado. Bowles se incorporo tomándome del cuello.
__¡Los mate!¡Los mate!__repetía.
Su cuerpo comenzó a hincharse y a cubrirse de una densa mata de pelos. Sus palabras se volvieron gruñidos y sus dedos se clavaron en mi carne hasta hacerme sangrar. De pronto cayo desvanecido. En su pierna derecha una profunda herida. Al pie de la cama se veia una espuela enrojecida, al parecer era de plata.
Aterrado salí de aquel lugar sin dar explicaciones. Desde aquel momento deambule por las sendas de la Diosa Blanca, mis heridas me obligaron a quedarme.
Hoy ya no soy yo.Unas cuantas nubes barren los cielos sombrios y la luna esta completa. Otras manos recorren mi rostro cambiante. El espiritu de la noche me consume lentamente, debo procurar mi alimento, es inevitable. Debo salir a buscarte.
¡Voy por vos! ¡Voy por vos! ¡Voy por vos!

Texto agregado el 10-09-2010, y leído por 127 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-09-2010 Que buen relato, da un poco de miedo pero muy entretenido***** marizel
10-09-2010 Muy divertido cuento sobre licántropos. Gatocteles
 
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