Inicio / Cuenteros Locales / gui / La triste mudanza...
Cuando el último trasto estuvo cargado en el camión, el hombre, en un acto de reconocimiento, se detuvo algunos momentos para contemplar las paredes vacías y descascaradas que por muchos años sostuvieron un techo de vigas a la vista que por los mismos muchos años fueron barrera intransigente en la cual quedaron apresados sus sueños y aspiraciones, confundiéndose estas con las múltiples manchas que tapizaban, cual miserable imitación de capilla sextina, ese cielo de tablas rasas. Un estremecimiento de su cuerpo delató las diversas emociones que acudieron en masa al recordar el día en que llegó en reversa con su esposa e hijos, dos rapazuelos que correteaban por todos lados, inventariando aquellos rincones propicios para discurrir todo tipo de juegos, esos mismos mocetones que ahora cargaban los pesados muebles, arrancando de cuajo la existencia del padre que porfiaba por quedarse adherida a esas cuatro paredes. Y si porfiaba era porque trataba de entrelazar los cabos sueltos, las disputas eternas que rebotaron en esas paredes y por el influjo de su virulencia, fueron transformándose en atroces cánceres que se incrustaron entre la argamasa para deteriorarla irremisiblemente. Al fin y al cabo, la vivienda fue envejeciendo por estas continuas discusiones, se fue agrietando, amustiando, ya no aceptó pinturas ni embelecos, fue como esas ancianas que parten a la peluquería para hacerse un peinado que les recomponga su fisonomía y que cuando salen de ella, son las mismas ancianas disfrazadas que pretendiendo disimular su decrepitud, por el contrario, los embelecos las delatan sin compasión. Así, la casa se transformó en un rectángulo lastimero que repetía gritos y estridencias y que día a día se desplomaba sin atreverse a caer del todo. La vivienda aquella se iluminó fugazmente, más por el reflejo de esas sonrisas infantiles que por voluntad propia. Supo callar cuando el hombre lloró en silencio el abandono de su mujer y las arañas ese día no tejieron sus infinitas redes en señal de solidaria adhesión. Desde entonces, las discusiones cesaron pero ya era tarde, las grietas eran irreparables, cuando la lluvia se dejaba caer inclemente, por entre las rendijas del techo fluían lágrimas verdosas, mezcla perfecta de agria melancolía y de sacrílegos orines de gato que impregnaban el ambiente con el triste, deprimente e inconfundible olor a miseria.
El hombre enjugó unas lágrimas al decirle adiós a esa parte de su vida que se quedaba para siempre atrapada e irresoluta entre esas cuatro paredes y escuchó su voz quebrada devuelta por un eco afónico que rodó como moneda de plomo para esconderse entre las descoloridas tablas del piso.
-¡Papá, nos vamos!
- Si hijos, lo sé, pero ¿Nos vamos realmente?
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Texto agregado el 06-07-2004, y leído por 381
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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06-07-2004 |
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nunca nos vamos del todo, algo siempre queda fotando entre esa paredes vacías , qué bello relato, mis estrellas todas
saludos india |
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06-07-2004 |
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Mi querido Gui:
Moraleja: Tome la nueva y tumbe la vieja.
Esos lamentos se quedan allí, en las cuatro paredes abandonadas. Más luz y alegría puede venir al lado de esos mocetones que animan a partir. Dimensiones nuevas y luminosas se ven el camino.
Un abrazo. rodrigo |
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06-07-2004 |
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Todo cambio es movilizador. Algo termina, algo nuevo surge. Y en ese movimiento, las emociones, recuerdos, sentimientos, expectativas, y más... se inquietan... Pero, todo cambio trae consigo la oportunidad de crecer y renovarnos. Shou |
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06-07-2004 |
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puchiiiis, pero los cambios son buenos, es como respirar una gran bocanada de aire cordillerano despues de haber estado en medio de una nube de smog. Los cambios implican mucha luz, renacimiento, sacudirse los fantasmas. Aunque eso no quita que uno siga acariciando recuerdos. anemona |
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06-07-2004 |
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Un relato triste, significativo, un adiós al pasado, un cambio de escenario. Doloroso pero en mi concepto un adiós a lo que fué, una luz en lo que vendrá, de otro color, con otras direcciones, ya no hay niños, solo adultos que a lo mejor quieren y anhelan un lugar diferente. Bello , triste, pero es así. Ignacia |
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