Ya saludaste a quienes querías saluda, cargaste tu equipaje, te cambiaste, y de a poco se te agotan las palabras y el tiempo para retractarte.
Subís al auto y empezas a llorar, sin embargo no queres que te vean así, entonces miras al suelo, luego a la ventana y bajas el vidrio. Sentís un aire frió, aun así prefieres que el viento recorra tu cuerpo.

El auto comienza a moverse, cuando esperabas miradas que te dijeran: “quédate conmigo”. Claro durante la madrugada nada pasaba aun.
Así mismo tu esperabas que apareciera por arte de alguna especie de milagro, de esos que nos ponen tan felices lo que hacia tiempo suplicabas.

Ya pasaste por miles de lugares que te hicieron recordar y alguna que otra lagrima dejaste tirar.
Estas saliendo de tu ciudad y tu esperanza se va debilitando, sin mencionar que mientras esta desaparece, aparece la misma pelea mental de siempre: “Va si yo me quiero ir”, ¿o no?.

Cierras la ventana despacio y respirando lo ultimo de aire fresco que por un tiempo a ese lugar iba a ingresar sientes un sonido. Te empieza a invadir, reconoces la melodía sin problemas pero jamás el interprete, mucho no te importa.
En pleno viaje. Estas acostumbrado a estos y tus acompañantes a ti. Pasarías todo el viaje mirando al campo que parecería no terminar y te despabilarías solo en las paradas para aprovechar y fumar.

El sol al fin comienza a rodar sobre los campos que de a poco parecen mar. Un mar que consume tus pensamientos.
Tu cabeza vacía de ellos comienza a recordar, y por arte de magia empiezas a cantar.
Que bien lo vas a pasar