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El hombre se quedó acurrucado en su sillón blanco.
Era de noche y las ventanas reflejaban esa oscuridad que a veces, solo a veces, hace que tiemblen los huesos.
Como decíamos, el hombre se quedó acurrucado en su sillón blanco, inmaculado de ausencias, sosteniendo entre sus manos, el recuerdo de una sonrisa verdadera que conmovía su piel hasta dejarla inquieta de gemidos.

-El olvido es un país de donde no se vuelve-

El hombre sostuvo sus piernas que, inevitablemente querían correr, hasta llegar al lugar en dónde la sangre se fundía con las lágrimas y un néctar medieval enloquecía sus sentidos, pero sus pies, estaban aferrados a una tierra mas vil y segura, esa seguridad que se pega a la lengua, espesa, blancuzca y perfumada, con universos indiferentes, con costuras mal hilvanadas.
Lloró, recordando a la que bailaba sobre una montaña de viento y regalaba palabras a los desconocidos, con la única intención de despertar el espíritu de la desolación, porque ella sabía, que solo en ese lugar,(la desolación) ellos podrían escapar del espejismo de una realidad a medias, dejar caer las garras de la ambición y la apariencia, para luego invocar sobre piedra y fuego, la ceremonia inscripta en las cenizas y envueltas en las raíces de los árboles eternos.

-Ellos (los desconocidos) como lobos hambrientos devoraron lentamente pedazos de su cuerpo-

Con las palabras hicieron una fogata, (ellos) las hojas flameaban como pájaros, sobre ese fuego absurdo, enredadas entre las vocales y las consonantes que se negaban a morir en un incendio débil, que tallaba figuras azules en círculos, herederas de toda desolación.

El hombre observó sus manos, en ellas estaban marcadas las heridas y los años.
Se preguntó cuanto le quedaría por vivir aun, suspiró, mientras su gata se acomodaba en un pequeño hueco, al lado de su espalda y desplegaba toda su belleza debajo de un almohadón de plumas que, tallaba su silueta felina pintando un universo de sombras inquietas en la pared.
El hombre nunca había conocido la pasión y la ternura abrazadas en un mismo cuerpo, en una sola voz, no tenía claro que hacer con eso y claro, ante la duda, siempre la quietud es lo más conveniente, pero aun en esa quietud se debatía su razón y sus sentimientos y se preguntaba ¿Qué haría ahora sin ella? Sin sus labios recorriendo cada pliegue de su piel ya fatigada, sin su lengua lamiendo como queriendo cerrar heridas, como si el fuera el manjar mas soñado, sin su risa golpeando en las cortinas y rebotando contra sus ansias, sin su llanto implorando ternura.
¿Dónde guardaría él ese sentimiento completo de posesión?
Podía paladearlo al penetrar su carne, podía presentir que le pertenecía solo a él, en cada mirada, una y otra vez mientras se fundía sin piedad en ella, dejando su huella grabada a fuego en esa pequeña mujer que era su ofrenda.

-Nunca se había sentido tan hombre en toda su vida.-

Ella también podía sentir en los temblores de él la magia, que se deslizaba como un enigma inquieto y los acunaba en la lluvia.
Espasmos de tinta deslizándose por sus cuerpos desnudos, que no respondían a los mandatos de sus mentes, la sangre agitándose, estremeciéndose, danzando al compás de una música invisible, que llegaba desde lejanas tierras y los golpeaba salvajemente, tiernamente, inexorablemente.
Era el lenguaje perdido en la gramática de una estatua, encontrándose en la punta de sus dedos.
Aun así, el hombre estaba cansado, acostumbrado a esconder su vida en los trazos dibujados por sus manos y en dejarse llevar a Babilonia, guiado por dioses antiguos hasta ese lugar en donde, la realidad y el sueño se confunden, era en ese lugar y abrazado a una salvación ficticia, donde el hombre buscaba la puerta de salida, sin saber que, la realidad nos muestra tristemente que toda esperanza tarde o temprano, termina siendo una farsa.
Y en esta comedia desigual que nos imponen los dueños del destino, no todos pueden mirar sus vidas frente al espejo de la soledad.
También puede resultar peligroso, no olvidemos aquel mágico espejo hecho a medida para una perversa condesa que, torturaba en un ritual de sangre a mujeres hermosas,
para mantenerse joven y bella, sin saber entonces que, todo formaba parte de una ilusión.
El hombre se debatía entre la pasión y el miedo, y cuando el miedo se incrusta en los costados invisibles de la piel, la pequeñez se instala en los ojos y los nubla, el hombre andaba así, nublado, buscándose en las esquinas de una calle sin rastros. Aun así, sentado en el sillón de la inocencia, podía masticar pequeños fragmentos que anochecían su siesta, porque el sabía que, ella nombraba el otoño y los árboles florecían.
Ahora, el otoño volvía a tener las hojas secas, hojas que sonaban a través del cristal con un eco de muerte.
Las preguntas se acumulaban en él, subían por sus manos, descansaban en sus hombros, hasta llegar a ese lugar en donde es necesario tener respuestas.

-Y a veces el destino, mueve un alfil y te hace jaque mate.-

¿Dónde encontrarla ahora? Se preguntaba el hombre, ahora que ella se escondía nuevamente en el jardín de la arrogancia, ahora que las lágrimas se secaron y los días pasaron uno tras otro, y aprendió nuevamente a vivir en su castillo de hielo.

-Era tarde para comprender que la sangre derramada se convierte en polvo de ladrillo-

El hombre, acurrucado en su sillón blanco, recordó sus pies pequeños, sus gestos aniñados, sus lágrimas acunándose sobre su pecho y marcando un camino sin retorno, recordó su piel aterrada, confiando en su abrazo.
La noche dibujó un cielo azul intenso y la luna parecía sonreír, sin embargo, las cartas estaban repartidas y una sentencia desgarraba a una nube que, solitaria se escondía de Dios.

-Heroicamente los dueños del destino derramaron una lágrima, que cayó sobre una maceta de barro, asesinando a una rosa roja.-

Cuentan los que saben que, antes de la sentencia, los humanos caminaban todos sobre una superficie blanca, casi transparente, pero un día después de la derrota (nada mas ni nada menos que con un alfil) el ego de dios furioso y desalmado, condenó a los humanos a un destino de colores opuestos, muchos se acostumbraron a caminar sobre el gris, otros, deambularon por las calles como autómatas y desconociendo el por qué de esa melancolía constante que, arrastraban desde sus tobillos, hasta sus pulmones, sin dejarlos respirar con libertad. La protagonista de esta historia, pertenecía al mundo de las sombras, (el blanco) porque vale aclarar que, siendo mas claro y luminoso que el gris, no es fácil vivir tan cerca de la luz, pero inevitablemente el gris le quemaba los pies, le hacía sangrar las venas de las piernas y ella no tenía mas opción que esconderse en los lazos de la rebeldía y caminar en el blanco, jugar en el blanco, sonreír en el blanco; disfrutaba revolcándose y ensuciándose de blanco, pero también es cierto que, cada vez eran menos los que soportaban la claridad, muchos apenas si podían depositar sus pies sin que los zapatos se derritieran y el hombre, era uno de ellos, en realidad, el hombre de debatía entre los dos colores, pero el gris se opacaba con el blanco y el blanco perdía su pureza con el gris.

-Y las respuestas como bolas de nieve se quedaban dando vueltas en el aire hasta desaparecer-

Por eso ella volvió a encerrarse en su torre cristalina y él, se acurrucó en su sillón blanco que descansaba en una superficie gris.
Cuentan que, el hombre nunca pudo derramar una lágrima, porque sus ojos y su espíritu estaban secos. (como las hojas en el otoño)
Cuentan que ella, una noche cansada de arrastrar una pasión incompleta, se abrió el pecho con un cuchillo y con sus propias manos se arrancó el corazón. También murmuran los vecinos cercanos que, cuando la encontraron descansaba con una sonrisa. El corazón sin vida, estaba al lado de su pequeño gato, que lamía sin cesar intentando despertarlo, también dicen que, no era un corazón normal, lo diferenciaba del resto, su color blanco.
Desde entonces, los periodistas no se aburren de escribir sobre estos dos seres que, algunos dicen que existieron y otros aseguran que tan solo forman parte de una leyenda melancólica, escrita por la protagonista antes de quitarse el corazón...
Cuentan también que, sus almas en la distancia desordenan los lazos que condenan a los amores impares y como chicos traviesos, mueven las piezas del tablero de ajedrez universal. Hay algo que realmente me impactó cuando estuve en ese pequeño pueblo alejado del mundo y es que, los campesinos cuentan que, sus gritos de agonía pueden escucharse en el planeta entero, cuando este se vuelve silencioso, porque aun hoy, se buscan en esta telaraña que los condenó, a la distancia eterna.
El hombre se quedó acurrucado en su sillón blanco.
Era de noche y las ventanas reflejaban esa oscuridad que a veces, solo a veces, hace que tiemblen los huesos.

Texto agregado el 09-09-2010, y leído por 293 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
11-10-2010 me fascino, excelente trabajo lagas
29-09-2010 muy buena e inquietante historia. jazzista
12-09-2010 Nikita; wuauuu!! gratamente sorprendida ante tu narración, felicitaciones ha sido un placer,mis******* nanajua
09-09-2010 Viajas por los concepos estrictos, armados de rebeldía y nos llevas en tu narración a los mundos diferentes, que sin embargo en algún espacio de sus vidas supieron encontrarse , para luego , en el correr de una leyenda le das el jaque mate a su efímero vínculo que en el contraste del gris y del blanco supierin encontrarse en un segundo unión carnal. Hay más , por supuesto, que hace de este escrito un interesante enfoque de lo que encierra la soledad y el tiempo de la vejes. Mi saludo negrate
09-09-2010 bonito viajeroesquivel
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