Después de todos los caminos que juntos se imaginan,
tras un umbral de sol y roca que lucha con la vida.

Más allá de las miradas y de las impresiones.
Mucho más allá del aire oxigenado.

Atravesando planos completamente altos,
en una lluvia sorpresiva de gentes y tierras diferentes,

se extiende un terreno enorme de riquezas,
se ensancha una interminable llanura de bosques y secretos.

Ocupada por muchos colores de sus pueblos,
encantadora amalgama desbordante con sus variedades.

Qué pueblo rico de bienvenidas y recibmientos,
qué timidez extrapolada a la opulencia de sus lares.

En el desorden de sus grandes ciudades esconde también de eso mismo, la sencillez marcada por una tierra india austera en voces pero no en cariños.

Agasajadora de todo visitante hasta el hartazgo,
abusadora de impactos visuales y hermosura,

así es esa interminable ola de paisajes,
cargada de naturaleza hasta el límite de lo razonable, obnubilada de destrezas de todos los colores.

Y esa porción de selvas y altiplanos tiene nombre,
maravilloso concierto de animales y su jungla sofocante, solitaria extensión de altiplano amarillento de hombres solemnes como sus antepasados,

en el corazón de Nuestra Sudamérica se extiende,
es la Bolivia infestada de mágicos encantos,
aquella que atrapa al visitante y lo cautiva para siempre, es la que da lo mejor de si a cada forastero,

es la que ofrece sus secretos de una manera escandalosa, aquella que no esconde nada de lo bueno.

Una amante sin celos ni reparos, una que espera paciente el regreso de sus compañeros. Si no es en este viaje, será para el siguiente. Mientras, otros llegarán para enjaular su alma en tus parajes.

Yo, ya lo hice.

El Coronel.