Se quedó en una esquina,
la calle devoraba a los transeúntes,
estaba aturdido,
en esa espera vital,
tratando de compilar en su cerebro algo lógico,
con alguna posibilidad de poesía,
o de realidad,
sólo sabía que ella pasaría por esa calle,
¿estaba seguro de eso?
ahora no podía estar seguro de nada,
casi dio por terminada la espera,
pero se detuvo en seco,
el recuerdo de su piel,
su sonrisa,
sus besos,
lo que había construido para su mundo,
durante tanto tiempo,
lo impidió,
un sobresalto lo devuelve al mundo real,
era ella,
se acercaba hacia él,
su corazón palpitaba,
lo que ella dijera ahora,
era importantes para él,
podía significar una cercanía o una despedida,
un premio o un castigo.
¿Qué haces en esta esquina?, dijo ella,
es mi esquina, le dije él,
siempre estoy en esta calle viendo los transeúntes,
a esta hora,
todos los días,
con la intención de verte llegar entre la multitud,
sabes, el hombre es un animal de costumbre,
le dijo eso y quedó anonadado por el esfuerzo,
en vencer su temor,
sus ansias,
su deseo
pero lo que ella afirmó lo mandó al infierno,
ella abriendo aun más sus bellos ojos negros, dijo:
algunas veces, es más, animal que costumbre