Se atusaba el bigote ante el árbol genealógico. El encargado de realizarlo temblaba de pie junto a la mesa cuando le retumbó en el oído la orden: "¡Mátese!" Subió la pistola renqueante hasta la sien y disparó. El general miró el cadáver y recortó la rama que negaba su pureza.
Mal agüero
El hálito frío de la puerta al cerrarse tras él congeló nuestras palabras. Le habían concedido el tercer grado. La sonrisa burlona del alcohol volvía a brillar en sus ojos. Balbuceó que empezaríamos una nueva vida, pero los niños y yo sabíamos que significaba nuestro acabose.