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Subo, subo, sigo subiendo… Alcanzo a tocar las ondas del colorido sonido que emite el papel de diario. Otro día más de trabajo. El hacer casas de alfileres es más difícil de lo que normalmente se piensa. Es algo así como lograr hacer una torre de naipes de seis pisos. Con práctica uno se hace experto en la materia. El aire cambia de color, los clips comienzan su baile sobre mi escritorio, las perforadoras acompañan con su bajo el guitarreo de las persianas y la batería de “El Mercurio”. El cielo cambia de color y las sobras vuelan por mi habitación. Es la realidad la que sucumbe ante mi imaginación. |
Texto agregado el 05-07-2004, y leído por 130
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