Mi amigo personal, Don Roberto del Saucón, es sin duda un tipo especial.
Usa sombrero y bastón, y un bigote que le creció a temprana edad.
Es tan, pero tan espeso que una vez se trago a su institutriz cuando se lo intentaba peinar.
Dicen también que ahí adentro hay un monje gavilán y una señora ricachona que se burlo del espesor.
Pero mi buen amigo Don Roberto del Saucón, nunca me confirmo el chismerío que se armo al rededor de su bigote comilón.
Lo que si se con seguridad es que es un tipo muy jovial, que disfruta de leer en la oscuridad.
Se cree mitad felino y a veces lo podes encontrar, subido a un techo lamiéndose el pecho,
cual gato haciendo su higiene personal.
Tiene la cabeza en forma de melocotón, un poco amarillenta y sin expresión.
Puede sonreír y puede llorar, mas siempre parece que tiene indigestión.
Flacucho pero petiso, con un sobretodo rasgado que le queda corto, camina tambaleándose como si tuviese un pie cojo.
Pero en verdad no necesita su bastón, solo lo tiene por precaución.
Tiene una fijación con Edgar Allan Poe y Hércules Poirot, y cree ciegamente en la evolución.
No reza ni va a misa, pero tiene un rosario como cinturón.
Pantaloncillos cortos y medias altas, zapatos engominados color bordó.
Sin duda mi buen amigo Don Roberto del Saucón no es un tipo muy normal,
no disfruta de la música global, prefiere maullar a la luz del sol y dormirse una siesta panza arriba en algún escalón.
Orejas puntiagudas que no escuchan ni mu, compensa su sordera con una gran imaginación.
Puede concretar todo lo que puede imaginar, llevarlo a la realidad.
Por eso le debo la vida a mi gran amigo Don Roberto del Saucón, que una noche solitaria se le ocurrió hacerme su creación.
Gracias a él ahora existo yo, por más que sea solo un producto de su disparatada imaginación.
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