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La soledad volaba sobre un rostro caucásico, dejamos ver la sonrisa en la cara pálida que alimentaba la duda, nos dijimos adiós con nostalgia esperando vernos en la mañana, quisimos acariciarnos las manos pero sabÃamos que en la mañana siguiente se repetirÃa la misma historia. En la mañana juntamos las miradas con fantasmas artificiales y nos hicimos preguntas que no podÃamos responder hasta realizar la promesa, nos aferramos tanto a las miradas, torpes trapecistas de nuestras vidas que merodean por la ciudad buscando el color de los ojos que un dÃa observaron como ella dominaba fácilmente a las estrellas pero nuevamente regresamos a nuestras casas a esperar a la mañana. En pocos pasos alejados del hechizo repetimos nuestros nombres y en ese instante se enredo la luz en tu cabello, nuevamente la mañana regresaba a los brazos de los amantes, tantas caricias sin manos, tantas miradas disimuladas eran expresión pura de las apariencias condenándonos a escapar juntos y cometer la fuga pero aun esperábamos una nueva mañana, acorralamos a la noche bajo la espada que corto a la luna en dos para repartirla a la desolación tortuosa ya que ella merecÃa también parte de nuestra alegrÃa pobre espejismo sin un lugar donde vivir. El gallo anunciaba la llegada del amanecer y las nubes nos invitaron a seguir al sol, ese dÃa nuestros cuerpos no fueron más que cascadas transparentes ese debió ser nuestro último paraÃso. La tarde volaba sobre nuestras cartas que incomodaron la vida de los poetas y huimos por esas fantasÃas de papel que hasta los mismos ángeles seguÃan compartiendo al mundo un fragmento resplandeciente de esas letras que demostraban que el pacto con la mañana era ecuánime. La noche antracita lloraba sin hacer nada más que recordar como me miras, la tarde en las profundidades del desprecio prisionera se lamenta pues amantes somos de la mañana. DormÃa mi memoria seducida por 400 conejos que fundieron sus ideas con mis sueños y vivà una locura individual sin saber que en la entrada del olvido se encuentra lo que necesita ser recordado frente a un millar de libros apilados y estaba ahà la cara de mi amada a la espera de una nueva mañana, nos equivocamos al mirar como diosa ala madrugada porque tu pintabas mis caminos con véngalas y yo te escribÃa poesÃas con mi alma asà descubrimos que los artistas son criaturas quienes realmente viven afuera de los confines de la naturaleza y asà esta incoherente historia da in giro absurdo hacia su conclusión pero la mañana celosa no soporto nuestros halagos y tomo forma humana para llegar a tu ventana pero mi amada caminaba sobre mis venas con los tentadores dones que poseÃa y no quedo de mas que un bosquejo sentimental de nuestros cuerpos entre las sabanas |
Texto agregado el 05-09-2010, y leído por 129 visitantes. (0 votos)
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