Porque estaba ansiosa de calor 
mi alma 
y lo vi perfecto, 
porque estaba seca de amor, 
de ternura, 
de besos y afecto, 
porque me decía 
que yo era su musa 
y creí su acento, 
perdóname, Padre, 
porque te hice a un lado 
y olvidé tus credos. 
 
Él mostró su cara 
de limpia mirada, 
él me puso alfombras 
sobre el prado seco, 
y yo tuve ganas de sentirme bella 
de elevar mis ansias 
hasta las estrellas 
de su firmamento 
porque me vi joven, hermosa 
y deseada. 
 
Y Tú que en la senda pusiste 
palabras 
que siempre me guiaron, 
Tú, que en tu portento 
de misericordia 
me acunaste siempre, 
allí me esperabas, 
los brazos abiertos, 
a que yo volviera 
de nuevo, paciente. 
 
Aquí estoy, postrada, 
sumisa y pequeña; 
acógeme, Padre, 
y no lo castigues; 
tiéndele tu mano, 
muéstrale tu gloria, 
haz que se arrodille a tu ley, 
silente 
y que sienta entonces tu beso 
en la frente 
y siga tu senda. 
Porque yo... lo amo. 
 
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