Correo del corazón”
“Mi estimada amiga: Por consejo de alguien a quien quiero mucho acepte leer la revista en el mayor de los secretos. Tengo veinte años y estoy internada en un colegio de monjas. Al morir mi venerada madre mi padre decidió que, lo mejor era que las hermanas me cuidaran. Para mí era normal, estudiar y hacer los quehaceres que las hermanitas me enseñaban. Ellas siempre me han tratado con mucho cariño. Las vistas de mi padre eran muy espaciadas. La que siempre me visitaba era mi abuelita materna. Al cumplir los dieciocho años, mi padre debía retirarme del colegio, lo que no fue así y la hermana directora acepto a regañadientes que siguiera en el instituto. Mi abuelita prometió que si mi padre no se ocupaba de mí, ella lo haría. Pero, hace unos meses mi vida cambió, Manuel, el señor que mantiene brillantes las imágenes de la Capilla la ha hecho diferente. Como soy la mayor de todas, las hermanitas también me piden que lo ayude en sus tareas. Una tarde lustrando la imagen de María, la madre de nuestro Señor, Manuel me acaricio las manos, luego pasó sus dedos sobre mis labios temblorosos. Yo pregunto, ¿es esto pecado? El domingo en la confesión con el padrecito Andrés obvie la situación que estoy viviendo con Manuel. En el rezo de la noche agregué dos padre nuestro y dos Ave María. No sé que siento por Manuel, lo que sí sé, es que no es lo mismo que siento por nuestro Señor Y esta es la cuestión, una tarde en la Capilla en que trataba de ensayar la melodía del domingo, apareció Manuel a mis espaldas. Me paso sus manos sobre mis hombres y luego por el cuello. El roce de sus dedos me sobresaltó, mi corazón palpitaba parecía un caballo desbocado y comencé a respirar de prisa. Un cosquilleo en el estomago, una sensación extraña y desconocida, una ansiedad que no podía detener. Manuel me giró hacia él y comenzó a besarme. Jamás tuve esa experiencia con un hombre y no sabía qué hacer. Me aterraba el comportamiento de Manuel, pero al mismo tiempo lo disfrutaba, mi entrepierna estaba húmeda y él me susurró al oído; relájate mi amor no voy a hacerte daño, solamente quiero hacer el amor con vos….y… así fue. Desde entonces entre imágenes religiosas y melodías interrumpidas, hacemos el amor, locos de deseo. Esto que hacemos con Manuel y llamamos amor ¿es pecado? Estimada amiga, mi pregunta es, ¿qué debo hacer? Seguir con Manuel limpiando las estatuas, continuar haciendo el amor sobre el piano? O pedirle a mi querida abuelita que se haga cargo de mí. Porque en mi humilde opinión ya es hora de que comience mi vida afuera de estas rejas y así poder conocer el mundo. Esperando que Dios bendiga su respuesta la espero rezando por su sabia decisión.
Alma bendecida, ( Rosario , Santa Fé)
MONICA FRANCO . AGOSTO 2010
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