Hoy te busque entre tanta gente ausente,  en los remolinos de viento que castigaban mi rostro. Ya no me queda de ti más que un gusto difuso que con el tiempo se va perdiendo, esas noches de pasión  entretejidas de tristeza infantil. 
Intuyo, que la nostalgia de ahogarte con mis letras torturaran tu alama, también intuyo, que siempre me equivoco. Algunas veces, cuando la noche me salpica con tus lágrimas, mis brazos  quisieran llegar a ti y abrazarte como a un niño pequeño, pero la vida 
no siempre  da la libertad para ser uno mismo, tampoco se ya, si esta distancia me dio templanza, libertad, o tan sólo egoísmo desmedido y gratificante. 
Ya no suelo buscarme en los espejos, trato de pasar inadvertida, conozco la maldad que se esconde detrás de su aparente fragilidad, los espejos, son los monstruos del alma, y nos reflejan tal cual somos.  
Ya no quiero saber quien soy, temo reconocerme  despreciable, igual que esta escritura pobre en hallazgos y llena de lugares comunes. Se que hubieras querido cuidarme, protegerme  de todos los monstruos que se esconden entre mis piernas.  
Solo esta ternura imparcial subsiste hoy en mí, la seguridad absoluta de tu amor a destiempo, y esta calma casi de cadáver, que se acuesta en mi cansado corazón…  
 
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