Y llegó la semana del estreno. Tantas ideas y vueltas, que conseguir jugadores, que el diseño de la camiseta, que quién va a ser el director técnico. Lindos conflictos, que durante aquel verano, hicieron que las tardes de aquel lindo y heterogéneo grupo de amigos, sean más que entretenidas, aunque no por eso, menos conflictivas.
Horas y horas se la pasaban discutiendo en la esquina del barrio, con unas rondas de mate primero, y algunas bebidas a base de malta y cebada, cuando caía el sol. Era como si ese magnífico deporte del balompié los hiciera olvidar de sus desasosiegos o, si de alguna manera, les fuera a cambiar algo en sus rutinarias vidas.
Era el lunes previo al tan ansiado sábado del debut y el DT ya tenía el esbozo del equipo inicial, el único que faltaba confirmar era Fito, el guardameta. Sin dudas que el longilíneo portero era uno de los más entusiasmados con aquel proyecto futbolístico, sólo que su absorbente esposa era un impedimento. A su compañera no le gustaba la banda de “El Piberío”, como se solían hacer llamar los muchachos que día tras día se juntaban en la esquina.
- ¡Te llevan por el mal camino! - se la oía decir.
Promediaba la semana y los nervios del Piberío eran más que elocuentes. Uno de los más motivados era Galla, rústico marcador central, quien diariamente escribía mensajes de texto a todos los integrantes del equipo, los motivaba y los arengaba hasta el cansancio.
El Cabe, había sido elegido entre sus compañeros para ser el director técnico en una más que controvertida disputa. Fue en una calurosa y pesada tarde de aquel enero, mientras tomaban unas cervezas, que surgió la charla acerca de quién iba a ser el que lleve las riendas del hasta ahora, anárquico elenco de barrio.
- Hagamos una votación!! - aconsejó el Turco, sin levantar su ligero tono de voz -. Es lo más democrático.
- No, no…Creo que lo más justo sería que consensuemos - desafió Juan, intentando así, convencer a sus amigos que lo elijan a él debido a sus conocimientos técnicos y tácticos. Bien sabía que el Cabe contaba con el apoyo de la mayoría.
- Votemos muchachos. Aprovechemos que estamos todos, sino después es la vieja historia de que las cosas se deciden entre los mismos de siempre - dijo Galla apoyando la moción del Turco -. Aprovechemos que hasta Fito esta hoy.
- Si, para mi tiene razón, hay que elegir y el que queda, queda - ratificó Fito con vehemencia.
- Parece que hoy te dejó venir tu jermu!! - vociferó Mumo, bromeando al portero.
- No me jodas Mumo, siempre el mismo vos eh! - acusó el golero -. Si estamos la mayoría de acuerdo en votar, votamos y listo - insistió con un claro gesto de bronca para con goleador del equipo por su chascarrillo.
Y así fue, que extendiéndose en la discusión hasta altas horas y llegando a la situación límite de trompadas entre Fito y Mumo, el Cabe salió votado como mandamás del equipo, mientras que Juan se quedó masticando bronca.
El popular Cabe, apelando a su rigurosidad, había tomado nota de la actuación de sus dirigidos en los partidos amistosos de preparación, para así empezar a delinear la formación inicial para el torneo. Galla, no había sido de los que mejor se había desenvuelto. Con decir que el técnico lo ubicó en tres de los cuatro puestos de la defensa, muestra a las claras que el central no encontró el lugar donde mejor rinde. De todos modos, había algo innegable y que el Cabe tenía claro, Galla es el motor de la hinchada piberística. Tres de los cinco apasionados seguidores del equipo son “Las Gallarditas”, bellas señoritas que intentan, a cualquier costo, conseguir enamorar a este poco ortodoxo jugador del balompié. Vincha, muñequera, remera ajustada, botines fluorescentes, son sólo algunos de los accesorios con los que el metrosexual zaguero central desfila por el verde césped. Hasta existe el rumor, que con su facha, ha llegado a enamorar algún delantero de gustos indefinidos en aquellos memorables barrio contra barrio.
Los otros dos seguidores del equipo son, el papá de Mumo, con su tradicional capelina para evitar el fuerte sol veraniego y un pequeño maltés blanco que lleva entre sus brazos.
Uno de los conflictivos era Diego Lucas, al que sus amigos apodaban “Pata”, en alusión al característico hedor que desprendían sus extremidades cada vez que se quitaba el calzado. Hay múltiples anécdotas en el barrio que retratan al Pata como el mejor de la categoría 1979, pero la vida desprolija que lleva, el alcohol, la marihuana y la rutinaria concurrencia a los burdeles de la ciudad, terminaron por convertirlo en una persona con un sobrepeso que año tras año se hacía más notable, que lo perjudicaba en su desempeño futbolístico y hacía que el Cabe dude en alistarlo en el elenco titular. En el amistoso previo al debut oficial, el Dt no lo vio bien. Lo mejor que hizo fue un centro a la carrera, preciso y con rosca, a la cabeza de Mumo, durante el precalentamiento. Una vez que la bola rodó en aquel partido preparatorio, el Pata se paró de tres, sobre la banda izquierda, con la clara y única tarea de cuidar su sector. Poco inteligente se mostró el técnico en clocarlo contra un costado, ya que durante todo el cotejo recibió múltiples burlas por parte de las Gallarditas, acusándolo de utilizar una vincha y así, ocultar su alopecia androgénica. No fue un buen partido del Pata, quien herido en su orgullo varonil, se fue de la cancha solo y sin hablar con sus compañeros.
Promediaba la semana anterior al cotejo, y el Dt solicitó juntarse a dialogar con los más experimentados del equipo Fito y Juan con el objetivo de aclarar algunas cuestiones con este último, quién a partir de aquella disputa por el buzo de técnico había quedado un tanto dolido. De todos modos, la reunión no hizo más que evidenciar la falta de autoridad del Cabe, temía que el habilidoso mediocampista le hiciera camarilla en los primeros partidos.
El lugar de encuentro fue la casa del flamante director técnico. Juan, si bien era el que más lejos vivía, fue el primero en llegar al bunker, como solían apodar al hogar del Cabe por su similitud con aquellas construcciones empleadas en forma masiva en la Segunda Guerra Mundial. A Fito se le hizo un poco más difícil llegar, debió esgrimir una buena excusa para así librarse de los reproches de su opresiva esposa. Acusando una terebrante cefalea, escapó con supuesto destino hacia una guardia médica con el objetivo de sanar su dolencia.
Pasados veinte minutos del horario estipulado para la reunión, con el primer tubo de vino vacío y una picada que mermaba ante el voraz apetito, llegó el guardameta, mientras Juan saltaba de la silla festejando un gol de Boca Jr. convertido por Palermo a Estudiantes. Luego de golpear la mesa en un claro gesto de fastidio, el Cabe, ferviente hincha de la escuadra albirroja, insultaba al goleador xeneise, aunque reconocía que sólo había visto dos jugadores recuperarse de manera impecable de una rotura de ligamentos cruzados, el máximo artillero de Boca y el enganche del Piberío, Juancito.
- Muchachos, apuremos un poco porque en un rato me tengo que ir…sino la patrona después me pasa factura - dijo Fito con el objetivo de comenzar a dialogar acerca del tema que los reunía esa noche.
- Si, tenés razón - acepto el Cabe, mientras asentaba con la cabeza la sugerencia de su amigo. - Les quería comentar que ya tengo el equipo.
- Bueno, dale, a ver que armaste? - desafió Juan, con un claro gesto de soberbia. - Vos si que la tenés clara.
Y así empezó el Cabe, como si emulara a su abuelo Pocho cuando recitaba de memoria el equipo de Estudiantes de Zubeldía campeón del mundo de la década del sesenta.
- Fito al arco. Turco, Tato, Galla y el Narigón.
La cara de Juan empezó a transformarse, la defensa no era de su agrado y encima, el técnico dejaba afuera a su amigo el Pata. Sin permitirle al Cabe proseguir con la formación interrumpió.
- La dupla de centrales lo único que hace es corretear mujeres en el boliche, el Narigón está hace dos meses de novio y está promediando entre siete y ocho polvos semanales, y el Turco que se piensa que está jugando al rugby, todavía le cuesta la transición entre el obol y el line out. Y además…
- Bueno Juan, espera un poco viejo! Dejalo terminar el equipo, si hay algo en lo que no estamos de acuerdo, lo charlamos - señaló Fito, buscando poner paños fríos a la tensa situación. - Dale Cabe, vos seguí.
- En el mediocampo… - apurando el último trago de vino que le quedaba - el Negro, Toti, el Cone y Juan, de enganche.
- Mumo y el Laucha arriba- apuró el Dt para completar el equipo y así evitar los reproches de Juan.
- ¿¿Y el Pata??- no tardó en retrucar el habilidoso mediocampista. El treintañero lateral por izquierda era su amigo de toda la vida y nadie más que él sabía el entusiasmo que tenía por jugar.
- Juan, seamos sinceros, sabes que el Pata hoy no está para jugar - no tardó en certificar el Cabe. - Si ni siquiera sabemos si va a ir a jugar. Los viernes toma unos copetines, se va al pirulo y después nos deja de garpe. Además, el Narigón la rompe, es un perro de presa, te come los talones, es un jugadorazo.
- Ésta es la misma historieta de siempre, viejo! - dijo Juan levantando la voz, mientras se lamentaba por el empate del pincha de Leandro González. - O armamos un equipo de amigos, o un equipo para pelear el campeonato!!!
- En eso tenés razón - señaló Fito, mientras el Cabe mostraba un claro gesto de decepción para con el portero.
- Hay que ser claro con esto, porque el Narigón es amigo tuyo, el resto no lo conoce mucho. Sino, yo le digo al Nachu que la descose, pero no es del grupo de amigos, nadie lo quiere al lungo ese - prosiguió Juan levantando aún mas su voz.- Si arrancamos dejando de lado a los amigos antes de empezar el torneo, ganamos dos partidos y nos terminás sacando a todos. Si va a ser así, conmigo no cuentes.
- Salvo Juan, somos 10 picapiedra. Creo que lo mejor es que juguemos para divertirnos, para tomarnos una birrita en la esquina después del partido, para hacer un asado si de vez en cuando ganamos, va a ser lo mejor - concluyó Fito contando con el apoyo de Juan, mientras al Cabe no le quedaba más remedio que aceptar.- Tema concluído entonces, me voy para casa - se levantó el arquero mientras intentaba pilotear un mareo que lo hacía dibujar múltiples curvas zigzagueantes.
- Dale, yo también - mañana tengo que laburar.
- Nos vemos el sábado muchachos - saludó el Cabe, mientras se fundía en un tibio abrazo con sus compañeros.
Por fin era sábado, llegaba el gran día. La jornada amaneció con unas amenazantes nubes negras que se posaban sobre el suelo de la ciudad. Al Piberío, el crepúsculo matutino lo encontraba descansando, siguiendo al pie de la letra las indicaciones que su Dt les había propuesto: acostarse antes de la medianoche, nada de alcohol nada de comidas con pollo, ya que da mala suerte y evitar tener sexo, aunque en caso de ser inevitable, en posición pasiva. Todas estás últimas, directrices plagiadas a uno de los mejores técnicos que dio el fútbol argentino y al que el Cabe admiraba, el Narigón Bilardo.
Sólo el golero, por cuestiones laborales, había tenido que madrugar con el objetivo de repartir el matutino a un barrio sediento de información. A sabiendas de su habilidad para las artes gráficas, el apasionado canillita repartió inmiscuidos entres sus diarios, una gacetilla con la formación, el horario y la dirección donde el orgullo deportivo del barrio iba a hacer el debut en el torneo ese mismo día.
Promediaba la mañana y con claro fastidio, Juan se despierta a consecuencia del sonido de su celular. Un molesto mensaje de texto interrumpía el clímax de un sueño mojado, que el apasionado volante estaba teniendo con la mismísima hermana del Cabe. Después de acomodarse sus partes íntima y de caer en la triste realidad que tal hecho no era más que una erótica quimera, se aprestó a leer su celular: “Muchachos, hoy es nuestro día, no dejemos ningún detalle librado al azar. El menú del desayuno deberá contener, leche descremada acompañada de cereales, juego exprimido de naranja y media banana para no acalambrarse. A las 12.00 puntual, nos juntamos en la esquina”. Entre variados insultos hacia el Dt, autor material e intelectual del paternal mensaje, Juan se levantó con destino al baño con la finalidad de terminar el entorpecido sueño apelando a su imaginación.
Minutos después del mediodía, ya estaban todos en la esquina, preparados para emprender el viaje hacia el predio donde se jugaba el partido. Sólo faltaba Fito, el trabajador guardameta.
- A éste se le habrá hecho tarde por el laburo. Mi vieja le compró el diario temprano y le dijo que venía. - explicó Mumo intentando calmar las ansias del equipo por el retraso de su arquero.
- Para mí que Fito se quedó en el kiosco de diarios, pero haciéndole unos mimos a tu hermana - bromeó el Pata.
- No, no…callate Pata, si la hermana de Mumo le tiene ganas al Galla - no tardó en disparar burlescamente el Laucha.
- Váyanse los dos a cagar - increpó Mumo a sus compañeros, mientras ajustaba el velcro de una rodillera para proteger su dolorida articulación.
- Viste que vos cargas, pero después no te la bancás - prosiguió el Pata recordando aquel conflicto cuando el centro delantero se había ido a las manos con Fito el pasado enero.
- Muchachos basta de cargadas!!! Traten de concentrarse y vayan cambiándose así ganamos tiempo - dijo el Cabe, tratando, sin resultados, de poner orden.
- ¿Cuántos autos tenemos para ir al predio? - consultó el Negro. - Al mió lo baje un poquito, así que atrás no pueden ir más que dos.
- Dejá de hacerte el pistero Negro. Después agarras una loma o un badén y rompes el guardabarros - aconsejó Juan.
- Esta el mío, el del Negro y con el Renault 12 de Fito ya estaríamos - señaló el Cone.
- Pero no lo contemos a Fito. ¿Mirá si nos deja de garpe? - insistió el Negro con preocupación por la tardanza del portero.
- Ahí viene el boludo. ¡Es ese!
- Ese no es el Renato de Fito - desalentó Juan al entusiasta Cone.
- Sí, si…es él en el Sierra del viejo - indicó el Cone con precisión y con una sonrisa que se le dibujaba en su desencajado rostro - Vamos Piberío carajo!
- Dale boludo, siempre tarde vos!! - gritaban los muchachos.
- Ustedes porque son todo vagos. Estaba laburando viejo…
Con un entusiasmo más que notorio y entre cargadas como era costumbre, pasados treinta minutos del horario estipulado, los muchachos dirigidos técnicamente por el Cabe emprendieron el viaje. El predio dónde se disputaría el partido quedaba a unos quince minutos del barrio, por lo que estarían llegando con lo justo para cambiarse y entrar a la cancha. El comienzo del partido había quedado estipulado para las 13.00hs.
Mientras algunos se vendaban y otros se masajeaban con el odorífero átomo desinflamante, el metrosexual Galla, no desperdiciaba el tiempo y mojaba su larga cabellera para hacerle un rodete, acomodaba su vincha y se ataba los cordones de sus colorinches botines nuevos. El Cabe, reconocido entre sus amigos por ser un gran orador, tenía un mensaje para llegar hasta lo más medular de sus jugadores. Fue así, que aprovechando el momento de tranquilidad del Piberío, se aprestó a recitar unas palabras motivadoras aunque no por eso menos emotivas:
- “Todo proceso, proyecto, incluso sueño, tiene su inicio, aquel momento en el que todas las ilusiones dejan de ser tales para convertirse en realidades. Las esperanzas son mayores, cuando las expectativas son altas y todo el grupo de encolumna detrás del proyecto. Es por eso muchachos que…”
- ¡¡¡Capitán…capitán!!! - interrumpió airosamente el árbitro, mientras Juan, mostrando orgullosamente su cinta en el brazo derecho, se desprendió de entre sus compañeros para acercarse al hombre de negro. El Cabe, un tanto confundido por el intempestivo suceso, no logró conciliar la atención del equipo para concluir su conmovedor mensaje. Fito, el más sentimental de los once, aprovechaba para limpiarse una caprichosa lágrima que le empezaba a brotar de entre sus ojos. Los muchachos, mientras tanto, seguían las alternativas de la charla entre su capitán y el juez.
La atención de sus compañeros hacia el Juan llegó a su máximo cuando éste, luego de saludar cordialmente al encargado de impartir justicia, retornaba con paso cansino y con un claro gesto de decepción que se ponía de manifiesto por el meneo de su cabeza de un lado hacia otro. Se acercó hacia el grupo y les dijo:
- Muchachos, se suspendió, el equipo rival no se presenta.
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