Despierto. Estoy en la quebrada de Nacimiento, cerca de Socaire. El paisaje es maravilloso, y hay formaciones rocosas por doquier. Son formas caprichosas, y contrastan con un cielo de un azul intenso, súper-azul, adornado por nubes muy blancas y esponjosas como algodones. Veo una roca magnífica y me dan ganas de escalar. Soporto mi peso y le gano, me muevo con agilidad, equilibrio, autocontrol, precisión y fuerza. Hermano, asegúrame bien, que allá voy.
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Sed. Una sed gigante.
Litros y litros de agua, yo sigo tomando y no me preocupo de la cantidad. Me bajo medio litro de agua de una sola vez. Mi papá se preocupa, y me dice que debería dejar un poquito en la botella.
Voy al baño, a mirarme por primera vez en el espejo después que me quitaran los vendajes… Me miro, quedo para adentro, muy impactado. Tengo una hendidura enorme en mi cabeza. Deberé acostumbrarme, porque recién en algunos meses más me podrán operar...
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El kinesiólogo viene a verme. Me hace mover la pierna para todos lados, y el tobillo también. Tuve una fractura de mi pierna izquierda. Luego, me levanto de la cama y empezamos a caminar. Me tengo que apoyar con ambas manos en un aparato de cuatro patas para caminar. Voy leeento, por el pasillo.
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Mi papá me presta su computador. Leo los mensajes de mis amigas, amigos y familiares. Me dan fuerza. De esa que se necesita en los momentos difíciles. Nunca estoy solo... También aprovecho el computador para escuchar música... John Frusciante. Es alucinante, pero me pone triste... Mejor pongo otra cosa... La música es algo increible, me puede bajonear o levantar, me puede hacer pensar, me puede hacer soñar, recordar, proyectar... o simplemente me puede suspender...
Mi conciencia ha cambiado. Para mí ya no hay ciudad, calles, micros, edificios ni casas. No hay apuros, tareas ni preocupaciones. Sólo está mi habitación, estas cuatro paredes, y los que me rodean... Hay dolor... pero también hay amor, y consuelo.
Pronto podré volver a casa... |