En la ciudad de Santiago, específicamente en la comuna de providencia habíamos puesto nuestro centro de operaciones; en el décimo séptimo piso de un gran edificio, construcción de metal y concreto rodeado por nutridos sitios de árboles y follaje, cientos de trinos de las mas variadas avecillas embellecían un trozo de la gran capital.
Compramos unos cordones de color negro en un bazar que a esa hora de la tarde era el único local abierto en los alrededores de la gran mole. Los necesitábamos para las placas que nos regalara desinteresadamente el amigo de Osvaldo.
Cuál bendita operación milenaria, lentamente y con emoción nos colgamos las credenciales en el cuello. Haciendo bromas de nuestra suerte al tener tan preciadas cédulas que nos acreditaban como espectadores en primera fila para el recital.
Un océano de poleras negras, cabellos largos y caras pintadas se había tomado literalmente el tren subterráneo que conducía a las inmediaciones del recinto deportivo, muchas cuadras a la redonda mantenían sus accesos sellados por la autoridad policial y sólo se podía llegar al estadio tras una corta caminata. Ya en la ruta conversábamos de música mientras clandestinamente tomábamos el ron Matusalem que el gordo había guardado para ocasiones especiales.
Luego de pasar por mas de cuatro custodiadas puertas de paso, sacarnos las fotos de rigor (con las credenciales en las manos por supuesto, ameritaba su exhibición), y después de dar una vuelta completa a la estructura deportiva, finalmente pisamos la cubierta plástica que reposaba sobre el verde césped; a uno de los costados de la alta estructura metálica cuyos soportes sostenían un negro telón con grandes letras de color dorado que contenían el nombre de la banda. Hay una fuerte música en el ambiente, temas antiguos de la agrupación preparan a los cientos de asistentes que aguardaban el inicio del recital.
_ ¡Las cagó conchatumadre!_ Me grita el gordo sacudiéndome de los hombros. (Lo sé, también me gritó lo mismo en el recital de Iron Maiden. Pero deben comprender que en estos momentos de emoción absoluta a uno no se le ocurre nada más)
Miro para atrás y puedo apreciar la distribución desbordante de personas que gritan y aplauden al unísono, impacientes antes la demora del comienzo del espectáculo.
Las luces se apagan y la oscuridad domina todo el estadio, solo se pueden apreciar los cientos de celulares que inmortalizan el momento.
_ ¡La cagó guatón, las cagó conchatumadre!_ le grito al gordo tratando de que me escuche entre toda la algarabía. Todos comenzamos a saltar con las manos en alto gritando el nombre de la banda.
La apertura se abalanza sobre nosotros; “Won´t get fooled again” de The who despedaza cada cráneo que sacude sus frondosas cabelleras.
_ ¡You wanted the best, and you got it! _La Voz es pregonada por los altavoces que rodean la cancha, se escucha fuertemente por todo el estadio y la inmediata respuesta perfora cada tímpano de los asistentes.
_ ¡The hottest band in the world... KISS!
El telón cae rápidamente, y entre medio de fuego de artificio y humo; sobre la tarima principal los cuatro veteranos con sus caras pintadas. Gene Simmons, Paul Stanley, Eric Singer y Tommy Thayer haciendo lo mejor que saben hacer desde la década de los setenta, rock and roll de culto. Está será la mejor noche de mi vida pienso cuando saltamos con el gordo cantando “deuce” y la abundante pirotecnia hermosea la calurosa noche santiaguina.
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