En el lecho de muerte le habían jurado al padre mantener el secreto. Los helicópteros volaban por todas partes pero no hallaban nada. Esperaron la noche y decidieron subir a la montaña aprovechando la luna llena. Caminaron sedientos hasta el amanecer. Se escondieron al avistar un grupo de soldados invasores. Cuando se hubieron ido, quitaron la gran piedra que ocultaba el ingreso y lo volvieron a cerrar tras haber entrado. Encendieron sus linternas y se adentraron en la cueva. Habían llegado al último pozo de agua.